Sodam tomó su cartera del
sofá y se la puso sobre el hombro. Había ido a dejar a Gwiboon con su madre y
sólo había regresado a la casa de su hermano para recordarle los trámites
concernientes al restaurante que debían hacer esa semana.
-Eso es todo. ¿Seguro que
no quieres que me quede?
-No, Sodam. Voy a estar bien.
Siempre lo estoy. Deja de tratarme como a un niño.
-No eres un niño, pero eres
mi hermano menor. ¿Te pasa algo?
-No… ¿por qué?
-Te noto extraño, nada más.
Jonghyun se lo pensó por un
momento. Tenía claro que estaba comportándose extraño. Llevaba más de una
semana del mismo modo. De momento, no tenía otra forma de ser.
-No me pasa nada, te lo
prometo –mintió pasando por su lado para no tener que verla a la cara. No por
nada era su hermana mayor. Ella podía decir que estaba mintiendo con sólo verle
los ojos.
-Okey. Como sea. Me voy.
-Dale mis saludos a los
papás.
-Deberías ir a verlos, ya
no me creen que aún estás vivo.
-Un día de éstos…
-Sí, claro. Cuídate.
-Adiós.
La castaña cerró la puerta
y Jonghyun se sirvió otro whisky con una porción decente de hielo.
Salió por la puerta que
daba al patio y se sentó en la hamaca que había instalado por petición de su
hija, ya que Hyoyeon no le permitía tener una en su casa. Kibum tenía razón
sobre aquellos días de otoño: aún tenían esa calidez que no valía desperdiciar
dentro de la casa.
Maldito Kibum. No le había
dicho nada y, si se apegaba al plan, no iba a mencionárselo siquiera, pero
sabía que era él el culpable de sus pensamientos de aquella última semana. Si
hasta su hija se había dado cuenta de lo pensativo que estaba.
La cuestión era que no
podía sacarse de la cabeza la breve conversación de ese día. Kibum en ningún
momento se había dirigido a él, su pregunta iba dirigida a Minho, lo más
probable, con la intención de ponerlo incómodo. Pero, era él quien seguía
escuchando la voz del rubio en su cabeza. ¿Nunca te has preguntado cómo sería
dormir con un hombre? Y no era la pregunta lo grave en la ecuación, él ya había
dado respuesta a ella hace años, sino que había comenzado a cambiar el objeto
de la frase.
¿Cómo sería dormir con
Kibum? Obviamente,
dormir era apenas un eufemismo.
Se bebió lo que le quedaba
de whisky y dejó el vaso en el suelo antes de recostarse por completo en la
hamaca. Miró las nubes moverse a paso lento sobre su cabeza bajo la cual había
dejado sus dos brazos cruzados.
Se había pasado más de un
año discutiendo con Minho, intentando que entendiera que no podía acostarse con
las chicas que contrataban y ahora era él quien estaba pensando en cómo meterse
en los pantalones del chico que habían contratado. Estaba a un paso de ceder
ante la perspectiva de que al mundo simplemente le gustaba jugar con él.
No podía. Tenía que
desechar la simple idea.
Hizo una mueca con los
labios, cabreado consigo mismo y con el cansancio de darle tantas vueltas a un
mismo asunto que parecía llevarlo a ninguna parte por más que lo pensara. Cerró
los ojos.
Pronto ya no sería tan
recomendable pasar las tardes al aire libre.
* * *
-¿Por qué no subes?
-¿Me estás proponiendo algo
Kim Jongin? Porque si es así, te acusaré con Taemin.
Kibum pudo escuchar dos
diferentes y conocidas risas del otro lado de la línea.
-Tae dice que está de
acuerdo si te nos quieres unir.
-Par de pervertidos –se
rió. –No, seguiré con mi libro. Gracias de todos modos.
-Nerd –escuchó la voz de Taemin a
través del auricular de su teléfono fijo.
-Como quieras. Igual, si
cambias de opinión sólo sube. Tenemos palomitas.
-Cuando haya encontrado mi
gusto por el sci-fi, los llamo.
-Okey, vale.
-Hasta luego.
-Hasta luego.
Kibum colgó el teléfono y
volvió a tomar la taza de un espumeante café espresso que había relegado
para contestar el teléfono a sus amigos. Se metió de regreso en su cama y con
su taza en una mano y su copia de Las cosas que no nos dijimos en la
otra se dispuso a terminar el último cuarto del libro. Un normal fin de semana
en la vida de Kim Kibum.
Por lo general, cuando no
era fin de semana con su hijo, Kibum se dedicaba a comenzar/terminar/devorar
algún libro, algo que hacía más a menudo en los últimos meses cuando había
dejado las conquistas para el transcurso de la semana, en contraste con la gran
mayoría de chicos (gais y heterosexuales) que esperaban con ansias el salir de
antro en antro durante las noches de viernes y sábados para poder encontrar
alguien con quien acostarse. Su trabajo como barman le simplificaba bastante el
factor “búsqueda”.
Como regla, durante los
días de otoño e invierno se quedaba dentro de su departamento sin siquiera
quitarse la pijama, mientras que en primavera y verano frecuentaba parques o cafés
con lindas vistas de la ciudad.
Hizo un mohín antes de dar
vuelta la página y, liberando su taza de café, tanteó sobre el buró por su caja
de pañuelos. Sólo por si acaso.
Un par de horas más tarde,
tiró la caja de pañuelos vacía en el basurero y dejó su taza limpia de regreso
en el mueble. Sentía los ojos algo pesados, y el recuerdo de sus padres más
presente de lo usual. Toda la culpa la tenía el autor y su libro.
Apagó las luces y se
dirigió a la ventana que daba a la calle. Ya era de noche, pero eso no evitaba
el tránsito de algunos vehículos por el sector. Paseó la mirada por las
fachadas de las casas y los edificios frente al suyo; realmente no esperaba ver
nada fuera de lo usual y estaba por apartar su mirada de su poco interesante
calle cuando le llamó la atención un auto saliendo del carril de estacionados.
Se parecía mucho al auto de su jefe, si es que no era idéntico. Se rio de sí
mismo, ¿qué podría estar haciendo su jefe un día domingo aparcado fuera de su
edificio? Se dijo que Jonghyun no podía ser el único con aquel modelo de auto,
y cerró el visillo.
Se recostó en el diván,
piernas cruzadas, manos cruzadas sobre su estómago. Volvió sus pensamientos al
libro. Se sentía un tanto confuso por el final, pero tenía suposiciones para un
gran número de situaciones en él. Pero su problema no era el final del libro;
su problema era que no podía sacar de su cabeza su propia situación con sus
padres. Pero él no era la protagonista y ningún “regalo” iba a llegar a su
puerta a arreglar sus años de distanciamiento. Suspiró hondo y cerró los ojos.
Iba a dejar de pensarlo. Se reía al pensar que podía pasar semanas sin darle
siquiera un pensamiento al asunto y que ahora una lectura lo había dejado
pensando en ello como si fuera una herida reciente.
-El poder de la literatura
–se dijo.
Luego resolvió que si bien
el tema con sus padres parecía asunto insalvable, él haría lo posible por ser
tanto mejor que ellos. Sería un padre ejemplar. Joonyoung no tendría nada por
lo que quejarse de él, o al menos sólo lo justo y necesario, como la
conversación sobre sexualidad que seguramente llegaría tarde pues hoy en día
nunca se sabía qué tan informados están los niños, pero que aún así sería embarazosa
para ambos, y las típicas bromas cuando quisiera presentarle a alguna chica… o
chico.
Estaba frente al espejo del
baño, cepillándose los dientes decidiendo qué hacer para que, de una vez por
todas, el sueño acudiera a él, cuando recordó algo a lo que le había estado
dando vueltas los últimos días. Se enjuagó los dientes y se dirigió a su
computador que se ubicaba en el escritorio frente a la otra ventana en su sala,
casi pegado a la pared que colindaba con su dormitorio.
Mientras esperaba a que el aparato
encendiera se imaginaba lo que podría encontrarse en los perfiles de Facebook
de sus jefes, si es que tenían, ya que estaba la posibilidad de que no
tuvieran. Siendo sincero, consideraba el hecho de que Jonghyun pudiera no
tener, pero de Minho no tenía duda. Así que cuando inició sesión fue al primero
que buscó. No pasó mucho antes de dar con él. Su foto de perfil lo mostraba
tras la barra del bar en una época que supuso anterior a su llegada, y su foto
de portada era –lo más probable –de cuando estaba en la universidad con un
grupo de amigos que él jamás había visto por el local. Sus publicaciones eran
para todo público, pero no había mucho que ver: algunos enlaces a la página del
bar que él siquiera sabía que existía, algunos videos graciosos –en su mayoría
de animales -, algunas fotos con Gwiboon y algunas otras en el bar. Abrió el
link a la página del bar en otra pestaña y buscó a Jonghyun.
Resultó ser que en contra
de sus predicciones, éste sí tenía una cuenta de Facebook, pero, en contraste
con su socio, todo lo suyo tenía privacidad. Sólo podía ver su fecha de
nacimiento, la universidad en la que había estudiado y su foto de perfil en la
que aparecía tiernamente abrazado a su hija.
Kibum se rió de sus
indagaciones, y finalmente le dio like a la página del bar antes de
apagar el computador e irse a dormir, habiendo encontrado las páginas de sus
jefes, sin atreverse a enviarles una solicitud de amistad. “Después de todo, no
puedo decir que seamos exactamente amigos”, se dijo.
Para cuando se quedó
dormido, afuera, ya había empezado a garuar.
* * *
Para finales de semana,
Minho ya había roto con otra mujer –término que él se negaba a aplicar al
asunto pues “para romper con alguien tienes que estar en una relación con
alguien, y yo, como bien saben, nunca estoy en una relación.” –y ya
se encontraba de vuelta en el bar buscando chicas a quien cortejar.
-Si sigue ofreciendo tragos
de esa manera, su dinero de este mes se irá todo en pagar lo que beben sus
conquistas –le dijo Jonghyun a Kibum cuando tuvieron un momento libre detrás de
la barra.
-Pensé que por ser socio no
tenía que pagar por sus tragos… o los que ofrece.
-Él cree lo mismo –le
aclaró Jonghyun con una risa.
Kibum se rio con él, y de
la nada recordó lo que había parecido olvidar toda la semana.
-El otro día –apuntó de la
nada -, el domingo que recién pasó, estaba mirando fuera de mi ventana y de
pronto me pareció ver tu auto frente a mi edificio.
Kibum percibió lo que él
describió como confusión en la cara de su jefe.
-No quiero decir que haya
sido tu auto –aclaró -, pero era de los mismos.
-El modelo se volvió algo popular.
-Lo mismo pensé –acotó con
una sonrisa.
-Pero es un buen auto
–soltó Jonghyun cuando Kibum creyó el tema terminado. -, no he querido
cambiarlo. Más vale diablo conocido que diablo por conocer –añadió antes de
dirigirse a la caja.
-Kibum, un tequila, por
favor.
-Minho, no es que quiera
decirte qué hacer y qué no, pero ya perdí la cuenta del número de tragos que
has repartido hoy.
-Hey –lo detuvo con una
media sonrisa. –tragos gratis de vez en cuando son buena publicidad, pero el
tequila es para mí.
-Tienes que manejar luego
–le recordó el barman.
-Ya sé, ya sé. Pero, así
como va la noche, manejaré sólo, así que con más razón… dame ese tequila.
Kibum roló los ojos y tomó
una botella de debajo de la barra y un vaso de shot. Una vez servido,
acabado.
-Siquiera te pasé el limón
–le dijo casi en regañó al mayor.
-No era necesario.
-¿Te puedo decir algo?
-Si me niego, ¿vas a
decirlo igual?
-Ajá.
-Entonces, dilo.
-En serio, ¿estás así por
una noche… sin sexo?
Minho le clavó los ojos.
-¿Tan malo es? ¿Acaso tú
irás a dormir con un oso de peluche cuando cerremos el bar? Sin hipocresías,
Kim Kibum.
El barman se rió. Antes de
seguir con aquella conversación, atendió el pedido de un par de chicos.
-Primero: no es malo irte
de aquí sin alguien con quien tirar –le aclaró a Minho cuando ambos chicos
estuvieron fuera del perímetro -; segundo: vaya o no a dormir con un oso de
peluche esta noche, no creo que mi vida sexual sea del interés de ninguno de
mis jefes.
-Kibum, te equivocas con lo
primero. Hay necesidades básicas que cubrir. –Lo miró como si estuviera
diciéndole algo extremadamente serio. Lo que en parte era cierto, pero en parte
no. -¿Qué, Maslow no te enseño sobre la jerarquía de necesidades? Pues te digo:
las biológicas son las primeras. Y lo segundo es debatible. ¡Jonghyun! –alzó la
voz haciéndole señas a su amigo para que se acercara. Kibum se rió y pensó que
el aludido no se prestaría para las tonterías de su socio.
Jonghyun, por su parte, le
entregó un vale a una chica y se dirigió al sector de la barra donde los otros
dos conversaban. Mientras Kibum preparaba el coctel de la chica, Minho siguió
con su asunto de las necesidades.
-Estaba aquí, hablando con
Kibum sobre las necesidades básicas que debe cubrir un ser humano.
-¿Las biológicas? -preguntó alzando una ceja, mitad en asombro mitad en desconcierto.
-¿Ves? –le indicó a Kibum
que servía el contenido de una coctelera en una copa y se reía.
-¿Y? –preguntó Jonghyun.
-Le decía… Ah, sí. Le decía
que tirar está dentro de las necesidades biológicas del ser humano.
-Minho podrías moderar tu
vocabulario cuando hay clientes cerca, ¿por favor?
-Okey, okey. Le decía a
Kibum que tener sexo –dijo rolando los ojos –cuenta como una de las necesidades
primarias del ser humano, por lo que el no salir con alguien por las puertas de
este bar esta noche, sí es malo. Contrario a lo que él afirma.
-Bueno,… estoy de acuerdo
con Kibum. No tienes por qué tener sexo todas las noches, eso también es malo
para tu salud.
-¿Es por eso que tú estás
tan sano? –espetó el pelinegro levantando una ceja.
-Creí que estábamos
hablando de ti.
-Pero ya que apoyas a
Kibum, asumo que alguno tiene algún buen argumento.
-Minho, no seas un
degenerado y compórtate, ¿sí?
El pelinegro roló los ojos,
pero de pronto se quedó mirando a su socio y una sonrisa maliciosa se asomó a
sus labios.
-Una última pregunta,
Jonghyun. ¿Hace cuánto que no te acuestas con alguien?
Kibum que había permanecido
a la escucha de la conversación sintió que podría haber derramado cualquier
líquido de haber estado bebiendo algo. Jonghyun se sentía incluso más
sorprendido por la pregunta. Minho no solía preguntarle por su vida sexual;
sólo le preocupaba la suya, lo cual usualmente lo mantenía bastante ocupado
como para entrometerse en la de los demás.
-¿Para eso querías que
viniera? –lanzó a la defensiva intentando recomponerse.
-No, la verdad. Te había
llamado para preguntarte si te interesaba la vida sexual de Kibum, pero creo
que ya hicimos un punto aquí –estatificó hundiéndose de hombros.
El moreno se alejó de los
dos y fue a sentarse en la caja por lo que quedaba de noche, que no era mucho a
decir verdad.
Que si le interesaba la
vida sexual de Kibum. No era que quisiera entrometerse en la vida ni social ni
sexual de su empleado… de momento.
Cada día sentía tener más y
más interés por el rubio, pero, por otro lado, Kibum era el único hombre
abiertamente homosexual que conocía, además de los amigos del rubio que lo iban
a ver de vez en cuando al bar, algo muy distinto de lo que podía decir de él
mismo. Se dio cuenta que al observarlos tan de cerca, viendo lo cómodos que
parecían sin tener que ocultarse de nadie, le hacían preguntarse a sí mismo si
estaba cómodo con su situación, y la verdad era que si se lo hubieran
preguntado hace un par de meses atrás, hubiera dicho que sí, pero claramente
ahora no podía afirmar lo mismo.
Intentaba excusarse a sí
mismo, pensando que Kibum era menor que él y que siempre había sabido cómo
serían las cosas para él; Kibum veía el mundo de una forma completamente
diferente a la suya. No era un reproche, pero, si se detenía a pensarlo, ambos
eran polos opuestos en muchos sentidos. Y, además, Kibum trabajaba para él.
Lo vio desde la caja riéndose
de alguna estupidez dicha por Minho. Parecía tan libre. Se vio a sí mismo
acorralándolo contra el bar, haciéndolo sonreír no por una estupidez sino por
alguna caricia. Pero no podía. ¿Quería perder otro bartender? No, pero si
seguía así, Kibum iba a convertirse en una obsesión con la que sería bastante
poco sano convivir.
Siguió viendo a Kibum por
el rabillo del ojo. Examinándolo, más bien. Tal como la primera vez que lo vió
entrar en el bar, seguía considerando que el chico era más flaco de lo
saludable, pero en los meses que llevaba trabajando allí, Kibum había probado
no tener ningún desorden alimenticio, así que tanto él como Minho, llegados a
un punto, habían decidido que era su complexión la que lo hacía ver tan
delgado. Además, tenía facciones bien marcadas, lo que lo hacían ver como una
exótica muestra entre lo varonil y lo delicado, adjetivos que no todo hombre
podía adjudicarse, a menos que se usaran por separado, pero de alguna forma el
rubio parecía abarcar con confianza ambos términos en su descripción. Sus ojos
se posaron con descaro –dentro de lo que se podía llamar descarado dado el
hecho de que lo espiaba de reojo y no iba a ser obviamente pillado en falta –en
el trasero del menor y, tenía que reconocerlo, sin importar que fuese un
hombre, lo más probable es que su trasero llamara la atención de cualquiera.
Bien podía ser su delgado cuerpo el que lo hiciera más… prominente a la vista.
Pero a decir verdad, él no lo había notado antes, o quizás sí, aunque no con la
encarecida atención de esos momentos.
Apartó su mirada de Kibum
por unos instantes intentando recobrar la lucidez del tiempo y espacio. Miró
los botones en la caja, pero su mente seguía procesando sus imaginaciones. Era
como una película con imágenes más que difusas que se tardaba en terminar.
“Tenemos que trabajar
juntos, tenemos que trabajar juntos, tenemos que trabajar juntos”, se dijo de
pronto, enojado consigo. Por enésima vez en lo que iba de semana.
Cerró la caja y le hizo una seña a los dos en la
barra de que ya iba siendo hora de comenzar a cerrar. Antes de ayudar a
cualquier cosa, se tomó un vaso de whisky seco.
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