La espalda le dolía horrores por haber
dormido sobre su colchón acomodado de manera poco ortodoxa en el suelo de su
nueva habitación y aún sentía sueño, a pesar de haber dormido cerca de diez
horas.
¿Descansar? Nada de eso, había pasado
una pésima noche.
Y eso era sólo el comienzo, luego
venía el caos que iba a resultar encontrar un tazón en el cual prepararse un
buen café en todo el desorden que era aún su departamento. Había desembalado
apenas la mitad de las cajas que había traído consigo desde Japón, lo que no
era mucho decir, y sin contar las que su madre había enviado desde Daegu.
El recuerdo de aquellas encomiendas lo
hizo sonreír. Podía apostar que allí encontraría lo que necesitaba.
Con un trote animado, Jonghyun llegó a
la sala recordando mentalmente que ese día por la tarde llegarían los sillones
y el televisor. Entre todo divisó una de las cajas que había llegado desde el
pueblo de su adolescencia la tarde anterior… justo antes de que viera a Kibum
salir por la puerta del edificio.
Kibum…
Tenía que reconocer que la sorpresa
había sido mayor que la estimada cuando el rubio abrió la puerta del
departamento que estaba justo a la izquierda del suyo, le había parecido una
gran coincidencia ya que el chico presionara el botón 5 una vez arriba del
ascensor, pero de los ocho departamentos en aquel piso que fuera justo el de su
izquierda en el que residía el rubio lo había dejado casi anonadado. También
tenía que reconocer que la sorpresa no le había parecido nada de mala.
Sabía de antemano, sí, eso era verdad,
que el menor vivía en ese edificio, aquello no era siquiera una novedad para
él. Incluso desde antes siquiera de firmar el contrato de compra del
departamento en el que ahora se encontraba Jonghyun ya lo tenía claro. Se
negaba a reconocerse a sí mismo que por una razón que aún desconocía quizás
había sido ese el motivo de que buscara por una vacante justo allí,
encontrándola. Simplemente no sabía por qué motivos egoístas había conseguido
un departamento en el mismo edificio que, según un viejo amigo con el que se
había contactado antes de regresar, habitaba su ex.
Pero sí se era sincero cuando pensaba
en la inmensa casualidad que había resultado el hecho de que el chico viviera
justo al lado. Justo al lado.
Eso sí que había sido una sorpresa.
A lo largo de su estadía fuera de
Corea, Jonghyun había sabido algunos datos sobre la vida de Kibum en la capital
de su país natal, así como intuía que también le podía haber pasado al menor en
cuanto a él. Supo meses después de su llegada a Tokio que el antes castaño
había aclarado su cabello contra todo pronóstico suyo en el que el chico
permanecería siempre con ese tono chocolate que en algún momento tanto le había
gustado. Claro, nunca supo que Kibum había hecho tan drástica decisión sobre su
imagen apenas llegado a Seúl guiado por el deseo de comenzar de cero, empezar
otra vez sin tener nada que le recordara a su extinta relación. El menor quería
olvidar a Jonghyun a como diera lugar, incluso si eso significaba tener que
nacer de nuevo.
Varios meses después llegó a sus oídos
que el menor había entrado a la carrera que siempre había soñado y no pudo
evitar sentirse feliz por él. En ese momento quiso hacerle llegar sus
felicitaciones, pero se había visto imposibilitado. No tenía su nuevo número de
teléfono y en aquel entonces aún no tenía su dirección actual. Su única
posibilidad era enviarle una carta o un presente a la casa de sus ex suegros en
Daegu, pero sabía que eso siquiera era una opción. El chico nunca llegaría a
saber de sus intenciones.
Agitó su cabeza de pronto con fuerza,
sacudiéndose los pensamientos, estancando allí el curso de sus recuerdos.
Abrió la caja, que era la más pequeña
de todas y que indicaba en uno de sus costados en grandes letras rojas el hecho
de que era frágil. Su sonrisa sólo pudo ensancharse cuando encontró en ella lo
necesario para prepararse un buen desayuno, junto con una nota de su madre que
le indicaba que conociéndolo había intuido que era necesario enviarle aquel
paquete, que lo quería mucho y que la llamara apenas tuviera un respiro, pero
que de todos modos no se demorara mucho en hacerlo. De verdad, su madre era la
mejor del mundo.
Antes de hacer cualquier otra cosa,
hizo el recorrido de regreso a su cuarto y tomó su celular para llamar a su
progenitora para darle las gracias… por eso y por todo. Si no hubiese sido por
ella, convencer a su padre de dejar sus estudios en Japón por regresar a Corea
a estudiar Música hubiera sido casi imposible. Más que eso: imposible y ya.
Cuando encontró el número correcto
entre sus contactos presionó suavemente la pantalla táctil para comenzar la
llamada.
-¿Aló?
¿Hijo? –le contestó la mujer del otro lado casi de inmediato.
-Sí, yo, mamá -se rió de la pregunta
pues, ¿quién más podría estarle llamando desde su celular? Aún así se contuvo
de jugarle cualquier broma.
-¿Cómo
llegaste? ¿Ya te has acomodado? ¿Recibiste las cajas que te envié?
-Sí, madre, las recibí por eso te llamaba,
quería darte las gracias -contó con una sonrisa. -Aún tengo mucho que
desembalar y digamos que tu caja me va a servir bastante -dijo riendo ahora más
audiblemente, haciendo que su madre lo imitara.
-Me lo imaginé -replicó su madre aún riendo.
-Gracias, mamá, en serio, gracias.
-Es
mi responsabilidad, tengo que cuidarte no importa cuan lejos estés, Jonggie,
sobre todo ahora que estás mucho más cerca que antes, querido.
-Tampoco exageres, mamá. Ya estoy
bastante grande como para que te preocupes tanto.
-Kim Jonghyun, soy tu madre y me preocupo cuanto quiera -lo regañó en un tono dulce. -Ahora bien, ¿cómo llegó Sekyung? ¿o aún no
viaja?
Sekyung. Ahora que su madre la
nombraba cayó en cuentas de que no había reparado en su llegada. De hecho,
desde que se subió al avión, o quizás antes, luego de que diera la vuelta al
despedirse de ella rumbo a la puerta de embarque, Sekyung había pasado a un
plano que le daba pena mencionar.
-¿Jonghyun?
¿Hijo, sigues ahí?
-Sí-sí, mamá. Eeh, esto... Sekyung.
Sí, ella no llega aún, viaja la próxima semana en lo que sus tíos acomodan
algunas cosas para que se instale.
-Muero
por conocerla, querido - mencionó con entusiasmo.
-Sí... ella igual, mamá. ¿Sabes? Tengo que colgar, aún
tengo cosas que hacer y... Bueno, un beso, te quiero.
-También
te quiero, hijo. No dudes en llamarme en cualquier caso, ¿eh?
-Sí, mamá -repitió. -Bueno, te dejo. Saludos a papá. Que
estén bien.
-Cuídate
mucho, Jonggie. Te amo.
Volvió a tocar la pantalla táctil
aunque sin tanta suavidad como antes y cortó la llamada, sintiendo un extraño
sabor amargo en la boca.
Sekyung. ¿Hace cuánto ya se había
despedido de ella en el aeropuerto de Tokio? ¿Horas, días? No había pensado en
ella desde que abordó sino hasta ahora que su madre, que siquiera la conocía
aún, la había nombrado. Y ahora se sentía pésimo. Había pasado el viaje y todo
el tiempo hasta ese momento, pensando en lo que sabía le esperaba en Seúl, sus
clases, entre otras cosas y no había posado ni un segundo sus pensamientos en
el recuerdo de la chica.
¿Cómo podía olvidar a su novia de ese
modo?
Sabía que tenía que llamarla. Contarle
que había llegado bien y preguntarle cómo iban los preparativos de su viaje.
Pero lo haría más tarde, por el momento no se sentía con el ánimo suficiente.
Regresó a la sala, tomando la caja de
su madre en dirección a la cocina. Tenía suerte de que la señora que había
vivido allí no se había llevado todo, dejándole entre otras cosas, la cocina
casi completamente equipada. Aunque mirándola bien, pensó en que sería
necesario renovar algunos muebles, aún así y de momento era todo cuanto tenía y
era suficiente.
Luego de un café bastante cargado y
unas rebanadas de pan tostado se sintió con el ánimo para comenzar a
desempacar. Lo primero que hizo fue armar su cama y poner su ropa en sus
cajones y clóset, con lo que reducía en una parte considerable el número de
cosas a desempaquetar.
Pasado de la una de la tarde acabó con
todo y se dio una ducha, tomándose su tiempo para relajarse.
Una vez vestido, sonrió al entrar en
la sala y observar la vista que le entregaba su nuevo departamento -obviando el
hecho de que aún faltaba el sofá y el televisor, claro-. Se veía hermoso, todo
pulcro y ese olor a limpio que parecía brotar de cada rincón.
Qué poco duraría eso.
Jonghyun rió para sí mismo al pensar
que con lo desordenado que era aquello no iba a prolongarse por mucho y cómo en
el pasado Kibum le hubiera ayudado a poner todo de vuelta a su lugar, a limpiar
cada espacio que no diera un buen aspecto y prendería inciensos para que todo
oliera mejor.
¿Por qué de pronto volvía a pensar en
Key?
Recordaba que le había dicho sutilmente que no lo llamara así. Cuando
lo corrigió en la cafetería se había sentido extrañado, pero supo manejarlo y
prefirió dejarlo pasar.
Ese tono decidido en la voz del menor
lo hacía sentir diferente, como si el antiguo y dulce Key no estuviera allí.
Como si fuera otro. ¿Cuánto habría cambiado realmente en todo aquel tiempo?
Quizás mucho. Quizás lo suficiente
como para que en lugar de reencontrarse con él tuviera que conocerlo de nuevo.
No lo sabía y eso lo intrigaba. Lo intrigaba y parecía que la idea no dejaría
su mente hasta que lo descubriera. Algo en él le decía que a pesar de cualquier
cosa Kibum no podía haber cambiado tanto. Tenía que quedar en él algo de su
Key.
Su Key.
Tenía que dejar de pensar de ese modo
sobre su vecino. Pero ahora que lo volvía a tener cerca parecía inevitable el
hacerlo.
Volvió a mover su cabeza con fuerza en
ambas direcciones por enésima vez en lo que iba del día y se dirigió una vez
más a la cocina.
Oh. Su alacena daba pena. Más vacío
sólo podía estar un lugar que no existiera. Se golpeó la cabeza al recordar que
ya estaba demasiado cansado para cuando quiso ir a hacer algunas compras por lo
que lo había dejado para el día siguiente.
Arrastró sus pies hasta la puerta, y aún siquiera había tomado la manija, cuando sintió
suaves golpes en la puerta contigua. Sin asomarse más que lo suficiente para
echar un vistazo, sólo por si acaso, pudo ver frente al departamento del rubio
a un chico más o menos alto de cabello castaño oscuro que se balanceaba hacía
adelante y atrás con las manos en los bolsillos de sus jeans esperando por que
lo dejaran pasar.
¿Quién sería? ¿Un amigo? ¿Su novio?
Key no le había contado que tuviera
pareja, bueno, no es como si él se lo hubiera preguntado tampoco.
Pronto oyó como se habría la puerta y
él se metió rápidamente a su departamento para evitar ser visto, escuchando no
mucho después cómo se volvía a cerrar. Cuando volvió a asomar su vista el chico
había desaparecido.
Las mismas tres preguntas se
repitieron una y otra vez en su camino al supermercado.
* * *
-Joon, Joon, Joon -repetía el rubio
con un enfado fingido. -No te veo hace más de una semana y lo único que escucho
es que hablas sobre ese chico. ¿En serio que no te has enamorado de él, Onew?
-le preguntó mientras se acercaba al mayor en una pose que esperaba
intimidarlo.
-Bum, te he dicho mil veces que no. Es
sólo que me cae muy bien y por el trabajo paso mucho tiempo con él, así que por
eso a veces hablo mucho sobre lo que hace, además, sabes que no juego así
-respondió el otro chico intentando manejar la mirada que le daba el rubio.
-Uy, bueno, perdón por "jugar
así" -le dijo en un tono ofendido.
-No me malinterpretes, Kibum -rebatió
en un tono casi implorante para que el menor no acabara enojado por sus
palabras. -Pero es algo que no va a pasar. Sabes perfectamente que nunca he
estado con un hombre y que eso no va a pasar en un futuro. Ni próximo ni
lejano.
-Está bien, está bien. Pero si pasa,
no me vengas a decir que no te lo advertí -dijo recuperando el buen ánimo.
-Como digas. -El mayor roló los ojos.
Kibum era todo un cabezota cuando se lo proponía. -Pero sabes que eso no va a
pasar. Tú pasas mucho tiempo con Nicole y siempre hablas de ella, eso no
significa que algún día te vaya a interesar de otro modo que no sea como una
amiga, ¿o me equivoco?
-¿Quién sabe? Podría ser. Nada está
escrito, Onew -le bromeó guiñándole un ojo.
-Kibum, hablo en serio. No va a pasar.
-Muy bien, señor
"no-va-a-pasar", como usted diga. Voy a buscar mi chaqueta y nos
vamos.
-¿Podrías recordarme por qué vamos a
salir a comer afuera cuando podríamos habernos quedado a comer aquí cualquier
cosa deliciosa que tú mismo podrías preparar? -preguntó al menor alzando la voz
para que éste lo escuchara desde su habitación a donde se había ido en busca de
algo para abrigarse.
-Porque la última vez que cociné para
ti, me dejaste plantado con todo servido mientras tú te quedabas más tarde
trabajando en ese periódico roba-amigos -le contestó asomándose por el pasillo
con su chaqueta de mezclilla favorita y un gorro negro que antes tampoco traía.
-Okey, okey. Entendido -dijo Onew en
tono de derrota.
-Y en compensación, debes pagar tú la
cuenta -dijo tomando su celular desde la mesa de café de la sala.
-Supongo que es lo justo -comentó
abriendo la puerta. -Después de ti -le dijo haciendo una seña a Kibum para que
saliera primero.
-Idiota -musitó Kibum con una sonrisa,
saliendo por la puerta y esperando a que Onew hiciera lo mismo para luego
ponerle seguro.
Se giró para seguir a su amigo rumbo
al ascensor, pero este seguía con su papel de ser caballero con el menor como
pago por haberlo dejado comiendo solo la vez anterior, y le tendió uno de sus
brazos curvados para que Kibum pasara el suyo por el espacio que quedaba.
Kibum decidió seguirle el juego y
enganchó su brazo al del castaño.
-¿Estás seguro que no te gustan los
hombres? Porque ser galán con uno te sale de lo más natural -dijo Kibum
riéndose. -De hecho, me sorprende que nunca te me hayas insinuado -comentó en
juego mientras presionaba el botón del ascensor y esperaban.
-Lo siento, es que no eres mi tipo. No
me gustan rubios -comentó entre risas siguiéndole la broma.
-Pero si tu última novia era rubia,
Jinki. Bueno, artificial, pero rubia al fin y al cabo.
-Oh, perdón. Se me olvidaba que hablo
con el rey de los rubios naturales -dijo Onew soltando una carcajada.
-No seré natural, pero a mí me queda
mucho mejor.
-De todas maneras, no eres mi tipo.
-Mentiroso. Sé que me amas en secreto.
-Le dio una mirada pícara lanzándole un beso.
-Me has descubierto, tengo mi
habitación tapizada en fotos tuyas y un altar en tu nombre. Estoy perdidamente
enamorado de ti, Kim Kibum -exclamó tomando la pálida mano entre las suyas.
-¡Yah! Tampoco exageres -dijo
golpeándole el brazo con su puño libre haciendo que el mayor soltara un quejido
mezclado entre risas que contagiaban al menor.
Estaban riéndose a carcajadas cuando
el ascensor se abrió dando paso al recién llegado al edificio.
Kibum paró de reír casi al instante,
haciendo que Onew lo imitara sólo por la expresión reflejada en el rostro de su
amigo. No recordaba haber visto a aquel chico antes.
Avanzando fuera del ascensor, Jonghyun
carraspeó y se detuvo.
-Hola, Key.
-Hola, Jonghyun -saludó en un tono que
a su amigo que se mantenía mirándolo le pareció casi inerte.
Jonghyun dirigió su mirada hacia Onew,
a la vez que éste miraba significativamente al rubio.
-Oh, sí. Onew, él es Jonghyun, mi
nuevo vecino, vive en el departamento que dejó la señora Park. Jonghyun, él es
Jinki. -Hizo una seña para indicar a quien se encontraba a su lado.
-Un gusto, Jonghyun -saludó el mayor
con una sonrisa. -Te daría la mano, pero veo que sería algo complicado -comentó
al notar las bolsas que traía el más bajo en sus manos. Kibum volvió a
golpearlo en el mismo brazo que lo había hecho antes, esperando que la acción
pasara desapercibida, pero el nuevo quejido de Onew lo hizo imposible.
-Creo que sí -concordó Jjong dándole
una pequeña sonrisa amable.
-Bueno, nos tenemos que ir. Nos vemos,
Jonghyun. -Kibum hizo una seña con su mano antes de tomar a su amigo y jalarlo
dentro del ascensor.
-Nos vemos, Jonghyun -se despidió el
mayor justo antes de desaparecer dentro de la cabina metálica.
Kibum presionó casi con desespero el
botón que los llevaría al primer piso.
-¿Por qué me pegaste? -preguntó Jinki
una vez que las puertas se hubieran cerrado, aún sobándose su brazo adolorido.
-¡No sé! -exclamó Kibum en un grito
ahogado.
Bueno, si no lo sabía al menos eso,
fuera lo que fuera, parecía estarlo exasperando.
-Espera -dijo el mayor como si
estuviera conectando ideas. -Dijiste que era tu vecino nuevo, pero te llamó
Key... y hasta donde yo sé la única persona que te llama así es Taemin...
-Y Minho, pero sólo para exasperarme
-dijo el rubio rolando los ojos.
-Además de tu ex -prosiguió Onew. -Y
este chico se llama-
-Jonghyun -lo cortó Kibum completando
sus pensamientos.
-Como tu ex. ¿Kibum, no irás a decirme
que...?
-Sí, Onew. Brillante, descubriste el
caso. Ese chico es mi ex. ¿Ahora que sigue? ¿Descubrir por qué la Torre de Pisa
está inclinada?
-Kibum, eso ya se sabe. Es de
conocimiento público que-
-¡Ay! ¡Onew! Era sólo un decir -dijo
soltando un suspiro hondo. Quizás más de lo que hubiese querido.
-Pero, Bum, eso significa que ahora
tienes a tu ex viviendo al lado tuyo... ¿Cuándo pasó esto? ¿No quieres que te
pida una cita en el psicólogo o algo?
-Pasó ayer, Onew, y lo único que
quiero ahora es salir de aquí -soltó en un tono pesado mientras salían del
ascensor.
-Presiento que esto significara más
helado en el menú -comentó Onew mientras pasaban por el hall y saludaban con
señas al conserje que se encontraba al teléfono.
-Todos los que sean necesarios -soltó
entre dientes el rubio.
Ahora, era una confirmación. No había
sido un sueño ni una pesadilla ni una alucinación.
Era más real de lo que esperaba, de
hecho.
Había pasado toda la mañana desde que
despertó intentando creer que no era cierto y que simplemente haber visto a
Jonghyun el día anterior y haberse tomado hasta un café con él era un juego de
su imaginación.
Pero no lo era.
Jonghyun realmente estaba ahí, viviendo en el departamento
a su derecha.
Mierda.
En serio, esperaba poder calmarse
frente al hecho, pero no podía. Su última resolución del día anterior había
sido que intentaría llevar la situación lo mejor posible, pero de acuerdo a su
reacción de hace poco no le iba a resultar fácil.
-Simpático el bajito, de todas maneras
-comentó el castaño mientras se subía a su auto, trayéndolo al presente de
nueva cuenta.
Kibum le dedicó una mirada gélida y
asesina desde el asiento del copiloto, dándole, por cuarta vez, un golpe en el
brazo.
-¡Pero, Kibum! ¡Yah! Deja de golpearme
-se quejó volviendo a la tarea de sobar su brazo para mitigar el dolor. -A este
paso acabaré con los brazos morados.
El rubio no replicó. Se puso el
cinturón, se cruzó de brazos y se quedó mirando hacia al frente en lo que Onew
conducía.
-Okey, Kibum. ¿Tanto te molesta que
haya regresado? ¿O es otra cosa la que te pasa? -Onew rompió el silencio luego
de varios minutos.
-¡No es que me moleste! -soltó
saliendo de su mutismo. -O sea, sí... pero... ¡Ah! Es lo que vengo intentando
saber desde ayer.
-¿Lo viste apenas llegó?
-Sí, supongo que es por eso que no me
acostumbro a la idea. Aún es demasiado
pronto. -Ubicó sus palmas sobre su rostro como si no quisiera ver algo que
tuviera en frente.
Frustrado. Esa era la definición de lo
que veía Jinki. Kibum estaba acostumbrado a tener las situaciones bajo su
control y esto simplemente no se lo había visto venir.
-Es que no puede ser posible que de todos los edificios en Seúl se haya
venido a vivir al mismo en el que vivo yo.
-Se apuntó con el dedo índice para hacer énfasis en lo que decía.
-Y al departamento de al lado -acotó
Onew.
-Súmale eso -dijo en un tono lánguido.
-Pero, Kibum, ¿qué más te importa?
Hasta donde yo supongo el chico podría haberse ido a vivir al ombligo del mundo
y a ti te daría igual.
-Pero ese es el punto. No se fue a
vivir al ombligo del mundo. Se fue a vivir al depto de al lado. ¡A mi lado!
-Creo que estás dramatizando, Kibum.
No creo que sea muy terrible. Ustedes dos terminaron hace años. A ti no te
interesa, lo normal sería que tú no le intereses. No veo el problema -dijo
dándole una mirada de soslayo.
-Tú no entiendes. Nobody understands. -Se inclinó hacia adelante dejando su frente
pegarse a la puerta de la guantera.
-Entonces, explícame. No soy tan tonto
-pidió aparcándose en el estacionamiento del restaurant.
-Tan...
-Kibum...
-Es que... ¡Ah! Onew, dime que no te
sería raro que Luna se fuera a vivir a la casa que está justo al lado de la
tuya, ¿ah? -cuestionó entrando en el lugar, dirigiéndose a una mesa cerca de
los ventanales.
-Bueno, sí, pero...
-Pero nada. ¿Ves? Es raro y ya. Me inquieta. Eso es todo.
-¿Eso es todo?
-Sí, eso es todo -respondió sabiendo
en qué dirección iba la pregunta de su mejor amigo. En la misma dirección en la
que había ido la de su hermana, sólo que ella había sido menos sutil y más
directa. -Mejor... mejor dejemos la conversación hasta aquí, ¿sí?
Onew se limitó a asentir mientras
esperaban a que una mesera los atendiera.
Su amigo estaba preocupado y podía
sentirlo, pero él no le veía sentido. Kibum se había caracterizado por ser
alguien de decisiones firmes y concisas. Sí, tenía que reconocer que le costaba
hacer resoluciones, pero una vez que las hacía, no había manera de que
cambiara. ¿Qué era diferente ahora?
Recordaba muy bien lo que una vez le
había dicho el menor. "Si alguna vez
vuelvo a verlo, simplemente haré como que nada pasó. La página ya está pasada,
no hay nada más que hacer ahí."
¿Tanto lo había marcado esa relación
para que ahora no pudiera ceñirse a su pensamiento?
-¿Y cómo van las cosas en el diario?
-soltó de pronto el menor intentando cambiar el tema de conversación.
-Bien, como siempre. Con un jefe
explotador, pero disfrutando de lo que hago -resumió terminando con una
sonrisa.
-Buenas tardes -les saludó una chica
vestida de mesera. -¿Qué desean comer?
-¿Podemos ver la carta? -preguntó Onew
en el tono más galante que pudo mientras la escaneaba con los ojos.
-Sí, claro -respondió ella
enrojeciendo al notar la mirada que le daba el castaño y entregándoles una
muestra del menú a cada uno.
Ya se sabían el menú de memoria, no
era primera vez que iban allí. Pero sí era primera vez que veían a esa chica.
El rubio ya veía el juego en los ojos de su amigo.
-Lo evaluaremos y te llamamos, gracias
-le indicó Kibum a la chica llamando su atención, brindándole una sonrisa antes
de que la joven los dejara a solas. -Lee Jinki, te conozco. -Apuntó a su amigo
con un dedo acusador.
-¿Qué? ¿Qué hice ahora? -Onew puso
cara de inocente, pero luego de año y medio de amistad Kibum ya sabía qué
escondía ese rostro.
-Por ahora, nada… por ahora. -Hizo una
mueca que hizo reír al mayor, pero frunció el ceño cortándole la gracia al
hecho.
-Kibum, no pasa nada. Bueno, puede que
la invite a un trago después de su turno…
-Y luego la invites a tu casa y no la
vuelvas a llamar.
-Kibum -comenzó a protestar. -Si tú,
que eres mi amigo, piensas así de mí no quiero saber qué piensan los demás.
-No, no quieres -le aseguró el rubio
cerrando sus ojos y negando con la cabeza, claramente burlándose de Onew.
-Bueno, yo ya sé qué pediré. ¿Y tú?
-Sí, sabes que siempre pido lo mismo.
Llamaron a la chica que los había
atendido antes y ordenaron.
Una hora más tarde, al salir del
lugar, Onew dejó una tentadora invitación y su número de teléfono anotado en un
papel junto a la propina.
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