Quedaba
una semana para que empezaran las vacaciones de verano y aunque no se iría de
vacaciones a algún lugar en especial como lo harían varios de sus compañeros,
él esperaba con ansias el poder comenzar en su trabajo de verano.
Todo
había sido gracias a su gran currículum de actividades extra escolares en el
taller de vestuario, como se encargaba de decir a todo quien le preguntaba cómo
había conseguido que tan renombrado modista de la ciudad lo aceptara como su
ayudante. La verdad era que había andado de suerte, la asistente había
renunciado justo la mañana en que él había ido, con pocas esperanzas, a
preguntar por trabajo y el modista no tenía otras alternativas, y aunque Kibum
le había caído como enviado del cielo, el modista jamás se lo diría. Pero el punto
era que lo habían aceptado, y eso era todo lo que le importaba. Pasaría el
verano entre agujas, huinchas de medir, hilos y la suavidad de las telas.
* * *
Jihoo
era un excéntrico detallista, pero era porque lo demandaba su trabajo, como se
repetía Kibum cada vez que estaba a punto de tirar todo por la borda frente al
tono de mando del modista. Estaba decidido a no dejarse avasallar por él y a
aprender todo lo que le fuera humanamente posible.
Durante
la mañana habían asistido algunos modelos a tomarse unas medidas para unos
trajes que estaba preparando Jihoo para quién sabía cuál de todos los desfiles
que tenía a su cargo dentro de las próximas semanas.
Llevaba
tres días trabajando con el modista y sentía como si fueran tres semanas. Todo
era ir y venir, tomar medidas, llamar a los proveedores de telas, llamar a los
modelos, surcir, descoser y volver a surcir cuando al más diva de ambos se le
ocurría que debía hacerse todo de nuevo porque no le había gustado como
quedaban las cosas, ganándose un par de malas palabras –dichas mentalmente,
claro -por parte del menor, y así todo el día, con suerte tenía tiempo para un
respiro.
Para
finales de la tarde, cuando pensó que ya tenía un momento de relajo al fin
decidió ir a recostarse al ‘salón de ensueño’ como le nombró mentalmente a una
pequeña sala donde Jihoo llevaba todas las telas que no serían ocupadas en la
temporada, ya fuera porque no iban con las tendencias de la estación, por
pasadas de moda o porque no le gustaban una vez ya compradas. Pero bastó con
que abriera la puerta del salón para que el sonido del timbre lo trajera a la
realidad. La tarde aún no había terminado.
Arrastró
los pies hacia la puerta y la abrió dejando pasar a quién fuera que estuviera
allí, sólo quería saber de qué se trataba, dejarle ir rápido y así poder ir a
disfrutar del saloncillo por unos momentos antes de su hora de salida, pero
cuando reparó en la persona que se había adentrado por la puerta su corazón
comenzó a latir de un modo arrítmico y ensordecedor que le quitó todo el agobio
del día trabajado.
El
chico, aunque más bajo que él, se veía de un cuerpo envidiable, su piel morena
era totalmente tentadora y sus ojos exhalaban un aire a ternura que carecía de
coherencia con su apariencia de macho rudo.
-Amm...
Disculpa, ¿Jihoo está por aquí?
-Perdón,
¿y tú eres...? –le dijo de un modo altanero, intentando volver en sí.
-Oh,
sí, lo siento –le contestó el más bajito con una sonrisa. –Jonghyun, el
mensajero de Jihoo –se presentó extendiéndole su mano.
¿Jihoo? Deben de tener mucha
confianza como para que lo tutee, pensó el rubio.
-Kibum,
su ayudante –dijo mientras devolvía el gesto y recibiendo lo que percibió como
una descarga eléctrica, lo que hizo que soltara inmediatamente aquella mano.
–Iré por él –le avisó y se fue raudo hacia el estudio donde se encontraba el
modista.
Luego
de avisar que había llegado su mensajero, le comentó que ya era su hora de
salida, hizo una reverencia a modo de despedida y fue en busca de sus cosas.
Antes
de ir por su bolso, se metió en el baño y mojó repetidamente su cara con el
agua fría que brotaba de la canilla, su corazón aún seguía acelerado por el
eléctrico contacto. ¿Qué pasaba con aquel chico? ¿Iba dándole descargas
eléctricas a todo el mundo así como así? ¿Qué había sido aquello? No quería
pensarlo, de todos modos, simplemente era un chico como cualquier otro, el
mensajero de Jihoo y ya, no había nada más que pensar.
Al
salir del baño, y antes de que el modista pudiera deshacer el gesto, notó que
Jihoo le desordenaba el cabello al moreno de un modo un tanto ¿juguetón? y que
más encima le sonreía –cosa que Kibum creía que era imposible en él, hasta
ahora-.
-Adiós
–musitó al pasar por el lado de los dos que se encontraban fuera de la oficina
de Jihoo, pero antes de que pudiera salir por aquella puerta tan rápido como él
deseaba, la voz del modista lo llamó.
-¿Sí?
–contestó a su llamado dándose vuelta para verlos, y encontrarse con la mirada
de Jonghyun, quien lo observaba con completo descaro.
-Mañana
a las ocho y media en punto, hay muchas cosas que hacer –le recordó el mayor de
los tres con ese dejo de altanería tan usual para él.
Kibum
sólo miró al modista unos segundos para asentir con la cabeza, luego fulminó
con la mirada al moreno que no le había quitado los ojos de encima y se marchó.
Al
día siguiente llegó al trabajo con precisión de relojero. Abrió la puerta con
la copia de la llave que le había entregado Jihoo en su primer día de trabajo y
luego abrió el armario que estaba justo detrás de la puerta de entrada para dejar
su chaqueta y su bolso. Apenas abrió el armario, un curioso papel de un azul
algo desteñido pegado en el reverso de la portezuela le llamo la atención. Era
uno de esos post-it que usaba él para
anotar los recados que llegaban al teléfono cuando el modista no estaba. Lo
tomó y leyó una caligrafía desconocida, pero que al instante pudo hacerse una
idea de quién era.
“Un placer conocerte, Kibum.
J.”
Aquel
bajito era un atrevido, de seguro se traía algo con el modista y el muy
descarado se atrevía a dejarle notas comprometedoras. Arrugó el papel haciendo
un mohín y lo metió en el fondo de uno de los bolsillos de sus ajustados
vaqueros color rosa.
El
resto del día no tuvo tiempo para volver a pensar en aquella nota ni en quien
la había escrito, como ya se había hecho costumbre todo era ir y venir, pero a
pesar de lo acelerado de su oficio estaba disfrutándolo, además de que sin
importar lo ocupado del día siempre había un momento de relajo en el que podía
ir a zambullirse entre las telas de su ‘salón de ensueño’. Eso, sumado a que ese
asombroso y glamoroso mundo de la moda era todo lo que él deseaba en su vida. No
se arrepentía de haber tomado aquel trabajo.
En
esos ir y venir, cortar y coser, se fue casi una semana en la que, a veces,
recordaba al moreno más que nada cuando se tomaba un respiro para descansar
entre las telas del saloncillo, la verdad era que lo que recordaba era aquel
choque eléctrico en su saludo y aquella nota en el armario, desde luego, pero
apenas lo rememoraba movía la cabeza en señal de disgusto consigo mismo. No
podía ser que alguien que no había visto por más de diez minutos y que no fuera
él mismo, lo que era más preocupante aún, se estuviera ganando sus propios
pensamientos.
Aquel
miércoles por la tarde, como todos los días luego de ir por su bolso y su
chaqueta al armario, se despidió de Jihoo, recibiendo un seco “hasta mañana”
por respuesta y se retiró. Apenas abrió la puerta se encontró de frente con
Jonghyun, que algo sorprendido retiraba su mano del camino que había tomado
hasta hace unos segundos hacia el timbre.
-Hola,
Kibum – le saludó con una sonrisa que removió algo en el estómago del rubio. "No almorcé bien, eso debe ser", pensó
Kibum.
-Hola
–fue la simple respuesta que dio.
-No
pensé que te encontraría aquí a esta hora.
-Se
me hizo tarde, pero ya me voy, no te preocupes. –"Pueden hacer lo que quieran tranquilos", se dijo a sí mismo en su
fuero interno haciendo una mueca despectiva en sus pensamientos. –Adiós –se
despidió y salió esquivando al moreno.
Caminó
por el pasillo enfurruñado consigo mismo por sentirse enojado sin razones aparentes
ni razonables y no volvió la vista atrás en ningún momento aunque no había
sentido que Jonghyun cerrara la puerta detrás de sí al entrar. Por la misma
razón no pudo ver que Jonghyun aún lo observaba desconcertado en el umbral de
la puerta por su modo de hablarle y que no le hubiera dicho nada –ni positivo
ni negativo -acerca de la nota y que sólo después de que se adentrara en el
ascensor al final del pasillo se dispuso a buscar a Jihoo en su estudio.
Con
el transcurso de las semanas, y de una manera extraña para Jihoo, Jonghyun
comenzó a ir cada vez más temprano por sus encargos y encomiendas; y Kibum
parecía cada vez más irritado. O él estaba siendo demasiado paranoico o algo
raro estaba pasando allí, pero la verdad era que no tenía ni tiempo ni cabeza
para ello, dentro de unas semanas tendría un gran desfile a su cargo y, como
siempre, no podía darse el lujo de fallar ni aunque fuera en el más mínimo
detalle.
A
medida que quedaba menos tiempo para el día D, Jihoo le encargaba más trabajo a
Kibum, y éste, para cubrir todas las órdenes del mayor de la mejor manera,
comenzó a trabajar hasta más tarde aunque el modista no le pagara ni un peso
por horas extras. ‘Amo mi trabajo, amo mi
trabajo’. Ese era el mantra que se repetía cada vez que se sentía demasiado
cansado como para hacer absolutamente nada.
Al
igual que los últimos miércoles Jonghyun llegó esa tarde poco antes de las
cinco (normalmente acudía allí, pasado las cinco y media de la tarde) y a la
usanza de aquellos días, Kibum lo recibió con una mueca indefinida en el rostro
que Jonghyun prefería interpretar como un intento de sonrisa que no le salía
bien a causa del cansancio. Apenas hubo abierto la puerta el rubio se dirigió a
la cocina por un vaso con agua para luego volver a lo suyo, sin percatarse que
Jonghyun lo seguía hasta que sintió una bolsa siendo depositada en un mueble
junto a la puerta.
-¿Necesitas
algo? -escrutó al moreno con una ceja alzada.
-La
verdad es que creo que quien necesita algo eres tú… –Kibum lo miró perplejo –y
para tu suerte, yo tengo lo que necesitas –acotó Jonghyun guiñándole un ojo y con
una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Se
puede saber qué es lo que tienes tú
que pueda necesitar yo? –le preguntó remarcando
los pronombres.
-Comida
pues hombre ¿qué si no? –Comenzó a buscar dentro de las bolsas que había traído
consigo a vista y paciencia de Kibum, quien no dejo pasar desapercibida una
risita maliciosa escapándose de entre los labios del mensajero. –Ya que no has
almorzado decentemente en todos estos días, te traje esto –le dijo sacando una
hamburguesa de un envase del take-away que
quedaba a dos cuadras de allí, ganándose una risa sarcástica de parte del más
alto.
-¿Cómo
sabes tú que yo no he almorzado decentemente? Además, para ti ¿eso es...
‘decente’?
-Bueno,
lo puedo intuir por todo el trabajo que hay aquí debido al próximo desfile de
Jihoo, y al menos eso te alimentará
más que el agua. Pero si no lo quieres... me lo llevo –dijo haciendo amago de
poner la hamburguesa de regreso en la bolsa.
-No-no...
sí la quiero –dijo eso último entre dientes, con pocas ganas de reconocer que
se moría de hambre y que la hamburguesa por mucho que no pudiera llamarse una
comida ‘decente’ le saciaría al menos.
Jonghyun
se la entregó entre risas mientras Kibum tomaba uno de los taburetes para
acercarlo al mueble y poder comer.
-¿Gracias?
–musitó el moreno que entretenido veía comer a Kibum.
-De
nada – fue la respuesta altanera que obtuvo y que aún así le sacó otra sonrisa.
Kibum lo veía de soslayo y se preguntaba cómo aquel chico podía ser tan amable
cuando él no le correspondía para nada con el trato. -Gracias –logró mascullar
mientras aún mascaba un pedazo de hamburguesa.
-De
nada –le sonrió y apretó una de sus mejillas con suavidad, para luego salir en
rumbo al estudio de Jihoo. Algo se removió en el interior de Kibum.
Desde
aquella tarde, el rubio intentó ser más amable y en lugar de una mueca su
recibimiento iba a acompañado de un “¿cómo estás?”, pero la simpatía no era
tanta como para hacer durar una conversación, sin contar que el rubio ya casi
ni respiraba por los últimos detalles para el desfile que traía de los nervios
a Jihoo y de pasadita a él mismo, pero eso sólo era un adicional a las sensaciones
que se asentaban en él cuando notaba la cercanía entre el moreno y el modista
Ya
llevaba mes y medio trabajando con el reconocido modista Jihoo... y las cosas
no hacían nada más que ponerse color de hormiga. Sólo faltaban tres días para
el desfile y la cuenta regresiva traía al modista en un nivel de histeria que
Kibum no había visto jamás en su vida, siquiera en él mismo cuando su madre
mezclaba sus camisetas rosadas con las blancas y tanto las primeras como las
segundas quedaban inutilizables.
Aquella
tarde, ya llegaba a su fin, o eso esperaba él; estaba en las últimas fuerzas y
si tenía que ver a una sola modelo más por ese día estaba seguro que le
gritaría hasta de lo que se iba a morir la pobre chica, del puro estrés que se
cargaba.
Jonghyun
y Jihoo se encontraban encerrados en el despacho de éste último. Llevaban como
veinte minutos dentro y él ni enterado de qué tanto podía estar pasando allí,
algo le saltó desde el pecho al estómago con tan sólo hacerse una imagen de lo
que podría estar pasando entre esos dos.
Se
sobresaltó al sentir que la puerta se entreabría y escuchó que el mayor le
llamaba a su estudio. Mientras se iba acercando vio salir a Jonghyun quien, al
pasar por su lado, se le acercó como para contarle un secreto.
-Suerte
–le dijo en un susurro. –Anda de un humor de los mil demonios, nada podría
calmarlo hoy. –"Ya me imagino que
intentaste de todo, ¿no?" pensó el rubio con desdén y se adentró en el
estudio apenas dándole una mirada con enfado al moreno. Ya siquiera se
preocupaba en disimular cuánto le molestaba la extraña y peculiar cercanía
entre el modista y el más bajo.
-Kibum
–Jihoo llamó su atención apenas hubo cerrado la puerta detrás de sí. –Iré al
grano porque no tengo tiempo. Sabes muy bien que éste sábado tengo un importante
desfile fuera de la ciudad por el que he trabajado durante todo este mes –Hemos trabajado, le corrigió
mentalmente. –Pero también sabes que no es lo único que tengo que hacer, así
que necesito que me cubras el sábado aquí. Sé que no trabajas los sábados, pero
toma en cuenta que ese día te lo pagaré. Por la mañana vendrán unas modelos
para unas pruebas de vestuario y una toma de medidas, y por la tarde vendrán
unos proveedores a despachar las telas que pedí, así que debes revisar que
estén en buen estado y que sean exactamente las que ordené, ¿entendido?
-Yo… s-sí, entendido –fue todo lo que logró
decir debido a la avasalladora actitud que había adoptado el modista, eso
sumado al hecho de que sabía que con el humor que se traía era mejor no
rebatirle en nada, si es que valoraba su vida al menos un poco.
Luego
de otra media hora de explicaciones -¿no
que tenía poco tiempo?, se decía Kibum cada vez que miraba el reloj que se
encontraba en la pared a espaldas del modista –Jihoo lo dejó irse a su casa. Al
menos ese día sería relajado, sin Jihoo vigilando cada cosa que hacía como
sometiéndolo a trabajar bajo presión para que no cometiera errores y lo que le
parecía mucho mejor era que podría disfrutar de el saloncillo al que no había
ni podido acercarse en las últimas semanas más que para alejar de la vista del
modista ‘esas horribles telas’, las que hasta hace dos semanas podrían haberle
parecido espléndidas. Al lado del modista, Kibum se sentía el chico más
sencillo del planeta. Y lo cierto era que eso ya era decir demasiado.
El
sábado por la mañana, se encontró con todo un itinerario pegado en la pizarra
magnética del pasillo. Si le iba a dejar todo por escrito no entendía ahora su
necesidad por repetirle todo lo que había para ese día como unas doscientas
veces antes de dejarlo ir la tarde anterior.
-Maldito
perfeccionista –musitó Kibum a sabiendas que nadie podría escucharlo.
Tal
como estaba programado –según el itinerario-, llegaron quince modelos para
pruebas de vestuario a las diez de la mañana en punto. Kibum debió
arreglárselas para tomar nota de cada detalle que se necesitara arreglar en los
vestidos y trajes de cada uno de los modelos.
Después
del almuerzo, llegaron las telas de acuerdo a lo ordenado por Jihoo. Le encantó
una que venía en color Taus Taupe que
se asemejaba mucho al color de su pelo, y le fascinó la que estaba en color Blue Night ya que contrastaba a la
perfección con el que se había posicionado como su favorito entre las
tendencias de la temporada: Deep Orchid,
un rosáceo casi violeta, ‘adorable, pero atrevido’ lo había definido él apenas
vio el encargo de telas.
Luego
de revisar cada una de las telas y despachar al repartidor, se dijo que no
había nada más que hacer por el momento, así que con una sonrisa de oreja a
oreja se dirigió al ‘salón de ensueño’, pero bastó que se recostara entre la
suavidad de los retazos para que un sonido que ya estaba empezando a odiar lo
sacara de su estado de relajo. Recompuso su expresión mientras se dirigía a
abrir, pero su rostro volvió a tener un cambio repentino apenas vio que era
Jonghyun quien llamaba a la puerta.
Volvió
al centro de la estancia dejando que Jonghyun pasara y cerrara la puerta antes
de preguntarle qué hacía un sábado por la tarde allí.
-Pues
lo mismo de todos los sábados. Vengo por los encargos de Jihoo, tontito –aclaró
riendo.
-Qué
raro, no me dejó nada para ti –le contestó Kibum en un tono molesto por cómo lo
había llamado el moreno. –Así que te puedes ir, yo estoy muy ocupado –le mintió
sólo por lo enojado que le ponía pensar que quizás Jihoo le había dicho que
fuera para verificar que cumpliera con sus órdenes. –Creo que perdiste tu viaje
–añadió ardido, caminando en dirección a la cocina, suponiendo que Jonghyun habría
entendido que la puerta era ancha.
Pero
en medio del pasillo una mano le dio cuenta de lo equivocado de sus
pensamientos. Tomándole por la muñeca, Jonghyun le dio vuelta para verle a la
cara y lo acorraló contra la pared.
-¿Se
puede saber que te pasa, imbécil?
-Pasa
que espero que el viaje no haya sido en vano –contestó en un tono sugerente.
-¿Se
puede saber de qué hablas? Y podrías soltarme también –dijo dándole un ligero
empujón para que entendiera que de verdad quería que lo soltara.
-Vamos
Kibum, no nos hagamos los tontos.
-No
me incluyas en tu grupo de amigos, y suéltame de una vez –soltó con enfado,
forcejeando para liberarse de la prisión improvisada que había creado Jonghyun.
-Kibum,
sé cómo me miras y estoy seguro de que sabes que no me eres indiferente –decía
cada palabra acercándose un poco más al rostro ya nervioso del rubio.
-Jonghyun,
detente y suéltame. –Siguió forcejeando en vano. -¡Jonghyun, ya! Hablo en
serio.
-Está bien, está bien. Pero Kibum, yo también
hablo en serio –dijo siguiéndolo a la cocina.
-Jonghyun,
vete. No estoy para tus bromas, vete ahora.
-Yo
no me voy con bromas, ¿por qué lo haría? –dijo con una voz algo tentadora, siguiendo
los pasos de Kibum alrededor del mueble de cocina.
-Porque tú eres la pareja de mi jefe y prefiero mantener mi trabajo y mi cuerpo
en buen estado antes de caer en tentación –dijo haciendo la señal de la cruz
sobre sí de forma dramática.
Jonghyun
comenzó a reír de un modo que Kibum no supo interpretar si es que se burlaba de
él o de su relación con el modista.
-¿Se
puede saber de dónde sacas que Jihoo y yo somos… pareja? –preguntó el moreno
secándose las lágrimas que por el esfuerzo de la risa había derramado.
-Pues...
pues de cómo se tratan, y la manera tan cercana en que le hablas –dijo Kibum
enfadándose aún más por la actitud de Jonghyun, quien aprovechó el momento de
distracción para acortar de a poco las distancias.
-Kibummie,
Kibummie, Kibummie –dijo ya tomando al rubio entre sus brazos mientras este
volvía a pelear por soltarse, sin resultados, claro. –Jihoo, para tu
información, es mi tío.
-P-pero...
–intentó rebatir Kibum, sabiéndose desarmado ante esa nueva información,
dejando de guerrillear por escaparse de Jonghyun.
-Él
y mi padre son hermanos; y siendo mi único tío es normal que nuestra relación
sea cercana –dijo aún riendo, aunque ya algo más calmado luego de la primera
impresión. –Tienes bastante imaginación, Kibum, he de reconocerlo –se burló,
ganándose un golpe en el hombro dentro de lo posible que le era a Kibum el
golpearlo. –Jihoo y yo –dijo
riendo nuevamente, pasando luego a un semblante un tanto más serio. –Aunque no
fuera mi tío no me fijaría en él, quien me interesa aquí eres tú.
Kibum
se sonrojó y volvió a intentar escapar del apresador abrazo de Jonghyun, pero
eso no lograba otra cosa más que el moreno lo apretara más aún contra su pecho.
-Jonghyun,
por favor, suéltame – pidió algo más sumiso de lo que lo había hecho con
anterioridad.
El
moreno obedeció, pero lo siguió y, antes de que Kibum pudiera siquiera establecer
una mayor distancia entre ellos, volvió a tomarlo de la muñeca para girarlo y
ésta vez pegó sus labios a los del alto de un modo sorpresivo que dejó a Kibum
idiotizado.
La
verdad era que saber que el modista era tío de Jonghyun, y no otra cosa
-pololo, novio, amante o otros tantos de los títulos que les había dado en su
imaginación- le alegraba de sobremanera. Si bien en un comienzo la actitud de
Jonghyun le disgustaba no era por otra razón sino que él creía que el chico tenía
algo con su jefe, pero ahora que sabía que no era así… ¿Qué más daba?
Kibum
correspondió al beso, que aunque no quisiera reconocer, llevaba muchos días
deseando, y Jonghyun al notarlo pasó una de sus manos hacia la nuca del rubio
para intensificar la unión de sus labios, que le resultaba más placentera de lo
que se había imaginado desde que lo conoció, porque él supo desde que lo vio
por primera vez que quería besarlo y poseerlo, luego de esa corriente eléctrica
que se produjo cuando tomó su mano al presentarse supo que sería más que
interesante devorarlo a besos, y ahora estaba haciéndolo casi literalmente… con
su consentimiento.
Habían
salido de la cocina, pues cuando Jonghyun se acercó a besarlo terminó
empujándolo contra la pared del pasillo para poder ejercer mayor presión sobre
el cuerpo del rubio, quien a estas alturas estaba más que entregado a la
situación. Jonghyun comenzó a mover sus manos dentro de la camisa que traía
Kibum, rozándole la espalda con la yema de los dedos y creando escalofríos en
el menor, que no hicieron más que intensificarse a la medida que las manos del
moreno comenzaron un recorrido en reversa hacia abajo, topando con la pretina
del pantalón, haciendo que el alto se separara agitado.
-Jong…
¡Jonghyun, para! –dijo posando sus manos en los hombros del moreno que
guerrilleaba por volver a su cometido.
-¿Por qué? –dijo dándole un corto beso en los labios ya que Kibum estaba
empujándolo de nuevo para liberarse.
-Porque…
porque te estás pasando de tus límites… ¡Y vete antes de que pierda los míos! –dijo
enfurruñándose consigo mismo por ser tan carne débil y cerró los ojos,
esperando que Jonghyun se apartara y él no tener las ganas de pedirle que se
quedara. Pero no fue necesario.
Jonghyun
aprovechó su oportunidad y volvió a arremeter contra los rosáceos labios del
rubio, quien se sintió el ser más ingenuo o idiota del planeta por creer que el
moreno se alejaría por las buenas.
-Vamos,
Kibum –le replicó cuando éste intentó, por enésima vez, separar sus cuerpos. –Si
somos sinceros, aquí no tenemos a ningún novato en lo que vayamos a hacer… ¿o
me equivoco? –Lo miró burlón como esperando una contestación que sabía no
llegaría.
Su
desfachatez para decir aquellas cosas, enrojeció de sobremanera al rubio, quien
sintió que no se podía dejar avasallar por alguien más de esa familia,
suficiente había tenido con su jefe, así que se lanzó en búsqueda de los labios
de Jonghyun, quien lo recibió con una sonrisa pícara y le pilló el ritmo.
Azorados
por un calor que nadie más en la ciudad podía sentir, Kibum condujo al moreno a
su ‘salón de ensueño’ dándose explicaciones mentales que nadie le pedía para
auto-convencerse de que no había nada de malo en lo que estaba a punto de
hacer.
Luego
de cerrar la puerta, cayeron sobre un suave colchón de telas, riendo cuando a
ratos algunos retazos se mezclaban con sus ropas, desesperándolos en el camino
de encontrar sus cuerpos desnudos. Se besaban con desespero, con esas ansias
que habían guardado durante largas semanas; Kibum tras su enojo y Jonghyun tras
su desconcierto. Terminaron de arrancarse las prendas y Jonghyun sin ningún
miramiento comenzó a preparar la estrecha entrada del rubio, quien soltó un
quejido por la intromisión placentera aunque dolorosa.
-Jonghyun...
ten más... cuidado –dijo retorciéndose bajo el cuerpo moreno.
-Lo
siento, lo siento –se disculpó comenzando a acariciar el miembro del menor para
que se relajara.
Luego
de introducir un tercer dedo en la cavidad de Kibum, Jonghyun ya no aguantaba
más un segundo sin internarse entre los muslos del rubio, así que se calzó el
condón que había sacado del bolsillo de su pantalón justo antes de perderlo por
algún rincón de esa pequeña pero caótica habitación y, con cuidado, como se le
había pedido, introdujo su miembro desesperado en la entrada que lo esperaba
con igual desesperación. Kibum soltó un gemido que se ahogó entre las telas y
las paredes, mientras Jonghyun se hundía en él extasiado por el modo en que su
hombría se perdía entre aquellos níveos muslos. Cuando el dolor había dado paso
al placer ya por completo, Kibum atrapó los labios de Jonghyun aplacando los
gemidos y suspiros que salían de sus bocas y saciando la sed de sus besos que
parecía acrecentarse a cada segundo en que las embestidas iban aumentando su
fuerza en el mismo ritmo en que su miembro era consentido mientras jalaba de
los cabellos castaños como respuesta a las sensaciones que le producía tener a
Jonghyun dentro de sí.
Estaban
sudados en cada minúsculo lugar de sus cuerpos y sus respiraciones
desacompasadas amenazaban con sacarles los corazones del pecho. Habían perdido
la cuenta de la cantidad de veces que habían rodado por la habitación entre los
movimientos bruscos de su rito sexual, hasta que, como en una explosión, sus
últimos y sonoros gemidos resonaron en la cavidad bucal del otro como respuesta
al orgasmo que habían alcanzado juntos.
En
el momento en que Jonghyun salió de Kibum, cayeron uno al lado del otro rozando
sus hombros intentando que sus signos vitales volvieran a la normalidad.
Sorpresivamente,
con esa rapidez que comenzaba a caracterizarlo, Jonghyun rodeó a Kibum por la
cintura de un modo casi posesivo y recorrió con su lengua la parte superior del
brazo del rubio quien se volvió a estremecer por el húmedo contacto.
-¡Aish,
Jonghyun! ¿Por qué haces esas cosas? –le regañó incorporándose en sus cuartos
traseros y limpiándose con el dorso de su mano los restos de saliva que el más
bajo le había dejado. –Mira cómo quedó esto. ¡Está hecho un desastre! –se
exaltó al ver que todo había quedado desparramado en un orden sacado
directamente de una pintura dadaísta. –Me va a matar, me va a matar –dijo
recordando, por una vez en toda la tarde, que tenía jefe.
-No
te va a matar –le calmó Jonghyun dejándole suaves y cortos besos en su pálido
hombro derecho. –No mataría al chico con el que salgo.
-¡Já!
¿Quién te dijo que salgo contigo? –se burló el rubio, levantándose del suelo
para calzarse la ropa interior y luego los pantalones.
-¿Me
vas a decir que después de todo esto
–Hizo un gesto con la mano señalando el lugar que él ocupaba y el donde se
encontraba el rubio algunos momentos antes. -, no quieres salir conmigo?
-Yo
no dije eso... pero tampoco he dicho que lo haré, no saques conclusiones
apresuradas –le cortó antes de que Jonghyun pudiera esbozar por completo una
sonrisa.
-No
te entiendo, Kibum.
-No
hay nada que entender. Tú mismo lo dijiste, aquí no hay novatos, Jonghyun, ambos
sabemos cómo son las cosas. No esperarás que por un poco de sexo me piense
amarrado a ti como una colegiala ¿no? –le soltó con petulancia, guardándose las
ganas de burlarse del moreno por la cara de desilusión que se le había dibujado,
pero en lugar de burlarse le guiñó un ojo antes de girar sobre sus talones y
salir de la habitación mientras terminaba de abrochar su camisa.
-Ya
veremos, Kibum, eso ya lo veremos –se dijo Jonghyun a sí mismo antes de pasar
su ropa interior por sus piernas para seguir al rubio. Quizás tendría que
persuadirlo de desordenar aquella habitación un poco más para convencerlo de que,
aunque bien no era una colegiala, acabaría amarrado a él sin remedio alguno...
como estaba seguro de que él ya empezaba a atarse solo.
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