-¿Ibas a algún lado? –le preguntó con toda la galantería de la que se pudo hacer dueño, mientras se adentraba en la pieza, haciendo que el menor retrocediera.
             
-Y-yo... Yo iba a... –Jonghyun pasó saliva de forma casi audible mientras veía al mayor cerrar la puerta. Había sido pillado con las manos en la masa.
             
-Supongo que sí. –El mayor se le acercó y celebró internamente. Se notaba que no era el único en el lugar con ciertas urgencias.
             
Se le acercó con nada de lentitud y Jonghyun pensó que robar el aliento debería ser un delito penado por la ley, pero no fue capaz de quedarse quieto cuando Yonghwa estuvo a escasos centímetros de él. Hizo desaparecer en un movimiento el espacio que quedaba entre ellos.
            
Sus labios se unieron dejando escapar un suspiro aliviado por parte de ambos.
             
El dicho decía que la tercera era la vencida.
             
Luego de ese beso necesitado, toda prisa fue mitigada por un ansia en calma. Sus labios clamaban a cada segundo por un poco más, pero se deleitaban en recorrer cada milímetro de la boca del otro y sus lenguas batallaban sin ánimos de encontrar un vencedor.
             
Los brazos de Yonghwa se habían pasado por la cintura de Jjong, apresándolo firme y suavemente, mientras los brazos del castaño caían sobre sus hombros y sus manos se ceñían a su cabello negro para intensificar la unión.
             
Se miraron directo a los ojos, luego de separarse por la necesidad vital que era respirar. No era exigencia del momento que dijeran algo para entenderlo todo. Ambos sabían lo que estaba pasando y ambos lo deseaban.
             
Cayeron en el lecho del castaño, degustándose las esencias en un beso calmo, borrando los límites de uno en la boca del otro.
             
Jonghyun ya colaba sus manos en el interior de la camiseta del pelinegro, subiéndola por el torso del mayor a la vez que tocaba con la punta de los dedos los rincones de ese mapa provocándole suaves cosquillas que le erizaban los pelos. Presionó co sus dientes el labio inferior de Yong, dándole a entender que se alejaría de él. Se irguió sobre las caderas del pelinegro, quitándole la prenda superior por completo para luego arrojarla lejos, permitiéndose admirar aquellos abdominales que se habían hecho más marcados con el paso de los últimos años.
             
Aún en su embelesamiento, no pudo evitar notar un extraño relieve en el costado de su pierna, y que ejercía presión un poco más abajo de las caderas del mayor. Antes de que Yonghwa pudiera hacer el más mínimo movimiento para despojarlo a él también de sus ropas, deslizó su mano hasta el bolsillo del pantalón del pelinegro. Al sacar el contenido su sorpresa fue lo suficientemente grande como para cortarle la respiración al menos un par de segundos.
             
-Yo... yo... –El mayor quería explicarse, pero las palabras parecían haberse estancado en algún lugar de su garganta. Aunque el castaño no pudiera verlo con claridad, el sonrojo en sus mejillas traducía la vergüenza que lo estaba embargando y que no le duró mucho, ya que fue mitigada con los labios de Jonghyun posándose de regreso en los suyos con apuro.
             
El menor calló cualquier cosa que el otro hubiera tenido intención de decir, dejando el pequeño frasco a un lado por el momento.
             
Yong le quitó la polera en menos tiempo del que hubiese sido necesario en otra ocasión, y apenas lo hubo dejado desprovisto de la prenda, invirtió posiciones dejando al castaño indefenso entre la colcha y su cuerpo trabajado, tal como había estado él momentos antes.
             
Le acariciaba con ternura las mejillas, contrastando al punto con la urgencia de sus besos.
             
Entre cada roce y cada caricia -que a cada momento se hacían más aceleradas-, acabaron de desvestirse, esparciendo alrededor de la cama las ropas ya absolutamente innecesarias.
             
Sus labios se encontraban rojos a más no poder, como pidiéndoles un momento de tregua, que era negado en el instante por los latidos de sus corazones que dejaban en evidencia el desespero acumulado con el paso de los días.
             
Se separaron para acomodarse mejor, disfrutando de una desnudez que les causaba poco y nada de pudor. Se miraban en la penumbra quitados de toda vergüenza, grabándose el momento en que habían comenzado a perder las nociones del tiempo y espacio.
             
El mayor tomó al castaño por las caderas dejándolo en una posición que en otro momento a ambos les hubiera parecido vergonzosa, pero que para aquel instante simplemente les pareció la más adecuada. Besó el recorrido de su columna, dejando marcas de pequeñas succiones desde su cuello hasta la zona baja de su espalda, para luego, con lentitud y dedos trémulos, recibir el frasco que le había sido requisado antes.
             
Untó parte de la loción en tres de ellos y mientras volvía a besar la zona baja de la espalda de Jjong, introdujo con paciencia sus dedos en la entrada del menor.
             
Todo su cuerpo resentía la necesidad de apaciguar el fuego que crecía en su bajo vientre, pero no quería apurar el momento. No eran simplemente sus hormonas las que estaban allí. No quería simplemente tener sexo con Jonghyun. Esto era algo más que simplemente sacarse un gusto.
             
Cuando sintió que la zona se encontraba dilatada, y respondiendo al modo en que los jadeos se escapaban de la boca del menor, tomó valor para unir sus cuerpos de modo pasional.
             
A tientas ubicó su erección en la parte trasera del castaño, comenzando su intromisión lenta y angustiosamente.
             
El menor podía sentir como el miembro del mayor se habría paso dentro de él, mientras un gemido se estancaba en su garganta, haciendo que cerrara sus ojos con fuerza a la vez que curvaba su espalda. La mezcla del dolor y la satisfacción se estaba haciendo algo que no le era fácil soportar. Se aferró a las sábanas ya revueltas cuando sintió que el pelinegro tocaba algo en él que nunca antes pensó que pudiera ser tan placentero.
             
Ambos se quedaron estáticos, expectantes. Yonghwa no sabía si continuar, pero la quietud ya lo estaba matando. Una jadeante voz llamándolo fue todo lo que necesitó para saber que debía moverse.
             
Se adentraba en el cuerpo que se le entregaba tan confiadamente como quien avanza en una caminata otoñal. Lento, firme, acompasado. Al mismo tiempo, abrigaba con una de sus manos el miembro endurecido del castaño, acariciándolo con sumo cuidado de proporcionarle la misma sensación de éxtasis que él recibía.
             
Ambas bocas expedían los sonidos propios resultantes de las caricias ardientes que compartían. Gemidos salidos desde lo más profundo de sus seres.
             
Como una súplica tácita, los gemidos del menor y sus propios instintos le imploraron que agilizara el ritmo, suprimiendo la delicadeza de la que hacía gala. Como un poseso se lanzó a la tarea de adrenalizar sus cuerpos ya energizados. Un sudor frío los impregnaba a la vez que la agitación en sus pechos era forzosa y notoria, pero sus ímpetus se negaban a ceder ante un cansancio que no era el de sus pasiones.
            
El pelinegro, aferrado con ahínco a la suave piel de las caderas de Jjong, avanzaba y retrocedía como en una carrera el camino andado en el interior del menor, adhiriendo y despegando sus cuerpos en cada ocasión.
             
Ya no existía nada alrededor de ellos. Eran todo piel y sensaciones.
             
El fuego que se había acrecentado en los bajos vientres de ambos, comenzó a arder de forma tortuosa en el mayor, quien no soportó más y ahogó el nombre del castaño en un último y ronco gemido. Yonghwa acabó dentro del menor, dejando su esencia impregnada en la entrada de Jjong.
             
Se dejó caer sobre la pálida espalda, sin dejar de masturbar al menor en ningún instante, hasta que momentos más tarde Jonghyun vio sus fuerzas desfallecer justo después de llegar a su punto de tope, y en el instante en que atenuaba el sonido de su orgasmo en la almohada, sus brazos cedieron dejándolos a ambos tendidos en la cama con los cuerpos pegados, agitados, aún acelerados.
             
Antes de que hubieran siquiera estabilizado sus respiraciones, Yong lo abrazó, aprisionándolo con suavidad mientras le besaba la nuca húmeda por la reciente actividad. Jjong simplemente sonreía sin terminar de creer lo que acababan de hacer y con el corazón sin querer dar señas de calmarse.
             
Ninguno era capaz de pronunciar nada. Ninguno sabía cuáles eran las palabras apropiadas para un momento como ése.
             
El pelinegro quitose del cálido lugar que ocupaba en el interior del menor con el mismo cuidado con el que había hecho presencia en él. Aún así, Jonghyun no pudo reprimir un pequeño quejido al sentirse vacío y Yonghwa temiendo haberlo lastimado volvió a abrazarlo casi protectoramente, pero al ver la sonrisa tierna y sin rastros de dolor que le entregaba el castaño la preocupación se borró de su semblante y se dedicó a arroparlos a ambos con las cobijas antes olvidadas.
             
Lo atrajo cálidamente hacia él y antes de que ambos se quedaran dormidos, se besaron con calma, con ese dejo de satisfacción y victoria de quien ha conseguido un valioso tesoro.

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