Los menores ya llevaban una semana siendo serviciales las veinticuatro horas del día con el castaño. A estas alturas, ya no hacía falta que Jonghyun les pidiera nada, ellos mismos eran los que se ofrecían a ayudarlo en cualquier cosa que él necesitase.
             
Yonghwa tardó un poco en darse cuenta de que un nuevo cambio se había suscitado entre los demás miembros, pero lo notó al fin y al cabo. Aún así no hizo preguntas, pensando que Jonghyun lo pondría al tanto. Pero eso no pasó.
             
Jjong encontró su propia diversión y venganza en el asunto.
             
Por un lado, ya no era necesario que cargara cosas pesadas cuando debían ayudar a trasladar algunos implementos, su té estaba servido tal cual a él le gustaba cuando llegaba a la mesa para la hora de la merienda y podía enviar a los menores a buscar un encargo inexistente a la hora que fuera –aunque realmente no necesitara nada- sin oírlos rechistar, simplemente para tener un tiempo a solas con el mayor, aunque éste se hubiera negado a tocarle un pelo más allá de lo necesario a causa del dolor que se había cargado el castaño los días posteriores.
             
Por lo mismo, aún sabiendo que el pelinegro intuía algo pero no se atrevía a preguntar qué era lo que pasaba, Jonghyun se propuso guardarse el secreto, al menos, claro, que Yong también estuviera dispuesto a ceder... y de eso no habían señas.

Había enviado a los menores a comprar algo que olvido apenas estos hubieron salido por la puerta pues la verdad no le interesaba si volvían con aquello o no. De todos modos, les advirtió que si no encontraban -fuera lo que fuera que les hubiera pedido- era mejor que no regresaran.
             
Se escabulló hasta la habitación del pelinegro y abrió la puerta quedándose en el umbral, contemplando la figura del otro, recostado en la cama concentrado en su celular.
             
-¿Qué haces? –le preguntó en un tono casi inocente.
             
-No mucho. Algo pasó por mi cabeza y como no encontré mi libreta, lo anoté en el teléfono –dijo depositando el aparato en la mesa de noche que se encontraba a su lado, para luego volver la mirada al castaño y estirar sus brazos en señal de que se acercara.
             
Jonghyun no lo pensó siquiera y se acercó para ocupar el lugar que Yonghwa tan amablemente le ofrecía.
             
El mayor lo abrazó contra su pecho y le dejó un beso en la coronilla, pero luego Jjong se apartó apenas lo necesario para buscar sus labios. El líder lo tomó de la barbilla como en un acto reflejo y la suave caricia hizo sonreír al menor en medio de la unión de sus bocas en aquella caricia húmeda.
             
Una vez separados para tomar aliento, se vieron a los ojos de ese modo tan cómplice que habían adoptado. Se rozaban las narices y el único sonido que se oía en la habitación era  el de sus respiraciones que iban casi al mismo ritmo.
             
Yong se acercó una vez más, dejándole un rápido beso en los labios, pero se apresuró a hablar antes de que Jonghyun buscara por más.
             
-¿Vas a contarme qué es lo que está pasando? –preguntó suspicaz, achicando sus ojos.
             
-Qué esta pasando... ¿sobre qué? –Otra vez usó ese tono de inocencia mientras se volvía a adherir al torso del mayor.
             
-Jjong, sabes de qué hablo. Hace una semana, Minhyuk y Jungshin no se hablaban. Ahora andan juntos para arriba y para abajo, y creo intuir que sabes qué es lo que pasó.
             
-No sé nada. Te lo prometo – puso una mano abierta delante de él indicando que su promesa era verídica.
             
-Vamos, Jonggie~, cuéntame. –El pelinegro estaba haciendo uso de mejor artimaña para conseguir lo que quería. -Estoy casi seguro de que sabes algo.
            
-No, no sé nada. –Y a pesar de que no había pasado por alto cómo lo había llamado el pelinegro, no iba a soltar palabra. –Aunque si pusieras más de tu parte... –le indicó pinchándolo suavemente en el pecho con el dedo índice. –yo podría averiguar.
             
Y se deslizó -contra su propia voluntad -de entre los brazos de Yonghwa, para levantarse de la cama y salir de la habitación. No sin antes, claro, dejar un beso en los abultados labios del mayor, dejándolo desconcertado intentando descifrar sus palabras.

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