Se encontraba ahí, acuclillado y
afirmado detrás de la puerta que recién hace unos segundos había cerrado. Con
las manos sobre el rostro y sin saber si llorar era una opción. Las emociones
se encontraron confundidas dentro de él, luego de ver quien había golpeado la
puerta de su departamento. Luego de ver a quien, después de casi tres años,
hacía acto de presencia en su vida.
-Esto
no es real -se repetía para sí mismo entre susurros. –Esto no es real.
~*~*~
Minhyuk
estaba sentado en el sofá negro de su sala, mirando recto hacia la puerta y, de
vez en cuando, echando una ojeada al reloj que parecía moverse lento ese día.
Por alguna razón sentía ansias de que llegara pronto. No es como si no se
emocionará cada vez que lo tenía cerca, como si las mariposas en su estómago no
se alborotaran con el sólo hecho de saber que estaría entre sus brazos apenas
cruzara su puerta, pero por alguna razón ese día se sentía ansioso, realmente
ansioso. Quizás era porque el día anterior no se habían visto. Sí, eso era.
De
pronto, sonó el timbre y él saltó del sofá en un movimiento espontáneo. Miró el
reloj por última vez y al ver que las agujas marcaban las seis de la tarde su
alegría y la sonrisa que ya se habían dibujado en su rostro se afianzaron.
-¡Jung!
–dijo tirándose a sus brazos, rodeándole por el cuello, en el mismo instante en
que habría la puerta.
-Minnie
–susurró Jungshin de vuelta, pegando sus labios al cuello de su amado.
Se
apartaron y entrelazaron sus manos mientras entraban en la estancia.
-¿Cómo
ha ido tu día? –preguntó Minhyuk sonriendo.
-Mucho
mejor ahora que estoy aquí contigo –le respondió Jungshin devolviéndole la
sonrisa.
-Veremos
la película, ¿cierto? -preguntó Minhyuk con algo de sonrojo por las palabras
escuchadas.
-Por
supuesto. Ve por ella, iré a preparar las palomitas.
Minhyuk
se le acercó rápido dándole un pequeño beso y sonriendo como un niño travieso
se alejó en busca de la película. Jungshin, por su parte, dejó el bolso que traía
consigo encima de uno de los sillones, luego fue a la cocina y buscó entre los
cajones los ingredientes y los utensilios.
Mientras
esperaba que el maíz hiciera lo suyo dentro de la olla sintió unos brazos que
lo rodeaban por la cintura y una respiración en su cuello, cerró los ojos
sintiendo la calidez del momento. Sin decir nada eran capaces de demostrarse lo
que sentían y eso era todo lo que ambos necesitaban. De pronto, sintió un
pequeño mordisco en su oreja seguido de una risita alejándose con dirección a
la sala.
Una
vez hechas las palomitas salió de la cocina y Minhyuk estaba esperándolo en el
sofá con un control remoto en la mano.
-¡De
prisa! –lo apremió al verlo entrar a la sala. –Ya quiero empezar a ver la
película –dijo haciendo un puchero.
-Tan
acelerado como siempre –le regañó Jungshin entre risillas, acercándose.
Se
sentaron en el sofá a ver la película, mientras Minhyuk posaba su cabeza en el
hombro de Jungshin, y éste a ratos le hacia cariños en la cabellera.
Para
cuando terminó la película, Minhyuk se había quedado dormido. Jungshin le sacó
suavemente de su hombro y se levantó para poder tomarlo y llevarlo a la
habitación sin despertarlo. Pero no pudo evitar quedarse mirándolo. Lo miraba
extasiado. Ese chico lo había conquistado tanto que no entendía el cómo. Acercó
su mano a la mejilla y la acarició de forma tan sutil que aún así pudo sentir
la suavidad de la piel que tocaba. Minhyuk era perfecto para él y por eso lo
amaba. Lo amaba... y eso le estaba doliendo... y le dolería aún más.
Movió
su cabeza como para quitarse los pensamientos que empezaban a arremeter en su
mente y se agachó para tomarlo en sus brazos. Se veía tan dulce y apacible
mientras dormía.
Entró
a la habitación y lo recostó en la cama que estaba en medio de ella, pero antes
de poder levantarse de regreso, los brazos de Minhyuk lo apresaron por el
cuello sin que hubiera siquiera abierto los ojos.
-Eres
un pillo, Kang Minhyuk –le espetó entre sonoras risas que se hicieron eco en la
boca del “dormido”. –Aseguraría que siquiera estabas dormido en un principio.
-Sí
lo estaba –le convino el aludido aún sin abrir los ojos.
-Mi
travieso Kang Goon –dijo Jungshin en
un tono divertido, sabiendo que ese apodo haría que Minhyuk abriera los ojos de un
golpe del disgusto. Y así fue.
-¡Oh!
Lee Jungshin, me has ofendido. Sabes cuánto me disgusta ese apodo -le reprochó
haciendo un mohín. –Por tu insolencia deberás ser castigado –aseveró sin dejar
de apresar en ningún momento al chico de pelo largo.
-¿Cuál
será mi castigo? –preguntó en el tono más neutro que pudo, reprimiendo una
risa.
-Quiero...
a ver... –Lo miró haciendo parecer que cavilaba algunas posibilidades. –Quiero
que me abraces, que me beses y que no me dejes ir –dijo con determinación y lo
aferró más a él.
Por
el movimiento repentino, que Jungshin no alcanzó a prever, terminó sobre
Minhyuk y tenerlo tan cerca, a milímetros de él, era un contacto único directo
al cielo. Nunca se había terminado de acostumbrar a esa cercanía que a ratos le
parecía inverosímil. Se besaron, con esa lentitud de quien no necesita nada y
lo necesita todo. Porque no necesitaban nada más, pero se necesitaban a ellos
mismo al por completo, o al menos eso sentían y, de algún modo, así era.
De
a poco, Jungshin añadió intensidad al beso y pronto Minhyuk creyó que en algún
momento le faltaría el aire, pero no quería despegarse de esos gruesos labios
que ahora tomaban los suyos por asalto. Se aferró más al largo cabello,
revolviéndolo con sus dedos.
Embriagados en la intensidad, se separaron un
poco, lo suficiente para tomar aire y mirarse a los ojos.
-Tus
besos me dejan sin aliento –Jungshin musitó bajo, casi susurrando.
-Lo
sé –dijo Minhyuk con unos ojos de autosuficiencia, pero que luego se volvieron
tiernos. –Tengo ganas de ser aire... y me respires para siempre.
-Si
pudiera, gustoso respiraría de ti, todo lo que me quede de vida. -Y se aferró a
esos labios que se habían vuelto más rosados y húmedos con una necesidad que lo
carcomía. Posó sus manos en las caderas de Minhyuk y las manos de él le
recorrían la espalda.
El
aire había empezado a escasear en la habitación cuando la camisa de Minhyuk fue
a parar al suelo. Sus manos ya se deslizaban por debajo de la polera que traía
Jungshin y las manos de él iban en recto camino hacia el cierre de un pantalón
que no era precisamente el suyo.
A
un ritmo propio, acompasado y único acabaron desnudos besándose, tocándose y
deseándose como dos locos. Sus respiraciones estaban agitadas y los suspiros no
se hicieron esperar.
Minhyuk
sentía que perdía el conocimiento entre cada caricia y lo siguiente que supo
era que ya eran uno solo. Creía que no podía pedir más porque en esos momentos
sentía que lo tenía todo, con tener a Jungshin, en todo sentido, se daba por
pagado de la vida.
Los
labios de Jungshin sondeaban el cuello y la mandíbula de Minhyuk como si no lo
hubieran hecho nunca, como si fuera la primera vez que tenía el placer de
acercarse a esa suave piel que lo asía y lo obligaba a pedir más de ella;
mientras tanto que Minhyuk enterraba sus dedos en su espalda conteniendo las
expresiones de placer que osaban con salir descontroladas de entre sus labios,
pero éstas ya se encontraban en sus límites haciendo perder a Minhyuk en esa
guerra de contención.
-Jung...
shin... –dijo su nombre con necesidad, necesidad del dueño de ese nombre y
Jungshin no podía entender como su nombre sonaba tan dulce como la miel cuando
él lo decía.
-Minnie
–le susurró él al oído. –Te amo. Nunca lo dudes.
-Nunca~...
–fue todo lo que pudo decir antes de que un gemido le ahogara los pensamientos.
Llegaron
hasta el final dentro de su vaivén romántico, apasionados, ambos al mismo
tiempo sintieron como todos sus sentimientos y emociones se conectaban y
concentraban en esos segundos donde alcanzaban la gloria en brazos del otro.
Se
recostaron en la cama, Minhyuk posaba su oído en el pecho desnudo de Jungshin,
escuchando el latir de su corazón aún agitado mientras que él le acariciaba el
cabello arremolinándolo con su dedo índice.
Minhyuk
levantó su rostro mirando a Jungshin directo a los ojos, y él sabiá
perfectamente lo que esos ojos le pedían. Acercó sus labios a los de Minhyuk,
sin pasión sino con ese amor que le tenía y con toda la dulzura que sentía en
el rostro de su pareja. Sin prisas, sin movimiento alguno, simplemente unieron
sus labios como la primera vez que se habían besado, con esa ternura, ese
cuidado y ese miedo tan normal de cuando te estás adentrando en parajes que no
conoces, pero que aún así te incitan a seguir adelante, aunque te tiemble el
cuerpo entero.
-Duerme
–le dijo Jungshin cuando separaron sus labios. –Descansa... y piensa en mí aún
cuando estés dormido – se sintió algo egoísta al decir eso, pero era sincero en
su petición –porque yo también lo haré -pero también era sincero en su
aclaración.
-Todo
el tiempo estoy pensando en ti –le dijo ya algo adormilado. -Aunque algún día
me pidieras que te olvidara, no podría hacerlo. –Volvió a recostarse sobre el
pecho de su amado y se quedó dormido mientras éste le tocaba la mejilla con la
yema de los dedos formando cariñosos círculos.
Jungshin
se quedó pensando en las palabras de esa personita que amaba con todo su
corazón. No quería herirlo, por nada en el mundo. Sabía que no podía pedirle
que lo olvidara porque él tampoco lo haría aunque lo torturasen. Las cosas se
tornarían duras de ahí en adelante, pero era por el bien de ambos. Al menos eso
pensaba él.
Cuando
Minhyuk se despertó al otro día por los rayos de sol que entraban por la
ventana se estiró lo más que pudo para darle respiro a su cuerpo. Fue ahí
cuando se dio cuenta que estaba cubierto por una manta y que se hallaba sólo en
la cama. Supuso que Jungshin estaba en la cocina tomando desayuno y no lo había
querido despertar, así que por eso se levantó y se envolvió con la manta para
ir en su encuentro y ver si aún no había terminado y pudieran desayunar juntos.
Al
llegar a la cocina no vio a Jungshin y eso le extrañó.
-¿Jungshin?
–lo llamó por lo alto para ver si éste le respondía. Al no escuchar una
contestación, partió hacia el baño y al no escuchar nada, entreabrió la puerta
para poder mirar en el interior. Nada. -¡Jungshin! Esto no está siendo
gracioso. ¡Sal de donde sea que estés metido!
El
departamento tampoco era tan grande, pero Jungshin parecía no estar en ningún
lado. Revisó el cuarto de huéspedes por si se había ido a dormir un poco más, pero
se encontró con el mismo chasco que al entrar a la cocina o al baño.
Al
volver a la sala reparó en que el bolso que había traído consigo el día
anterior no estaba en el sofá donde había visto que lo había dejado. Le parecía
raro que si tenía que irse temprano no le hubiese avisado o no lo hubiese
despertado para despedirse al menos. Fue en busca de su celular a la habitación,
pero apenas llegó ahí recordó que lo había dejado en la pequeña mesa a un lado
del sofá.
Iba
a tomar el celular cuando reparó en un papel que no recordaba haber dejado
allí. Lo abrió y se le vino el mundo encima. No entendía nada. Si esto era una
broma, Jungshin se había pasado esta vez.
“Te amo. Lo siento. Pero esto es lo mejor.
Jungshin”
Era
todo cuanto decía la nota. Pero es que lo iba a escuchar. Jungshin había dejado
escapar lo peor de sí en esa broma de mal gusto. Lo llamó. Pero lo único que
escuchó del otro lado fue un: “El número al que usted...” Cortó. No era
precisamente a la operadora a la que quería regañar. Decidió calmarse e irse a
vestir, ya tendría tiempo después para hacer pagar a Jungshin por su tontería.
Ya
vestido se dirigió al armario por un chalequillo. El día afuera era hermoso,
pero sentía una ligera sensación de frío recorrerle la espalda. Mientras
buscaba con la mirada el chalequillo se percató de que faltaba el polerón gris
de Jungshin que hace tanto tiempo que no se llevaba que ya había pasado a ser
de él. Eso sólo hizo que el castaño se asustara, las cosas se estaban tornando
extremadamente extrañas.
Revisó
entre sus cajones y para su sorpresa no encontró tampoco una camisa que
Jungshin había dejado ahí en caso de cualquier cosa y que él recordaba haber
visto recién el día anterior. Siendo extremista se acercó al velador y buscó un
álbum. Uno azul pequeño que el mismo Jungshin le había regalado la navidad
anterior. Habían puesto ahí sus fotos, todas aquellas en donde sólo salían
ellos dos. No estaba. Comenzó a sollozar, confundido. Se aovilló en la cama,
recostado abrazó sus propias piernas sintiendo que nada estaba bien y que no
volvería a verlo. Se dejó ahí, presa del pánico que le causaba pensar en ello.
No, no podía ser, hasta hace unas horas estaba todo bien. ¿Había algún motivo
real por el que se quisiera ir? ¿Y de ese modo? ¿Por qué?
Los
días pasaron, pero ninguno le dio las respuestas a sus preguntas. Jungshin no
volvió y parecía no haber dejado rastros.
Las
horas pasaban impenetrables frente a él, que cada día tenía menos ganas de
levantarse. Había pasado una semana ya de que no lo veía, que no lo llamaba,
que había desaparecido de la faz de la Tierra. En efecto, la única llamada que
había recibido fue el día anterior de Yonghwa que se encontraba preocupado por
no haber tenido noticias de él en toda la semana.
Cuando
escuchó el sonido de su ringtone se emocionó y sus ojos brillaron ante la
esperanza de que al fin fuera Jungshin, diciéndole que estaba todo bien y que
pronto volvería de quién-sabe-dónde, que no se preocupara. Pero cuando vio la
pantalla sus esperanzas se fueron al suelo.
-¿Aló?
-Minhyuk,
qué suerte que contestas. Ya me tenías preocupado. No he tenido noticias tuyas
en toda la semana... Bueno, supongo que debes estar ocupado con tu novio
–Yonghwa bajó un tanto su tono de voz al decir eso último, como si eso le pesara.
–Pero aún así me extrañé y quería saber si todo andaba bien.
Minhyuk
tuvo que hacer esfuerzos monumentales para reprimir las lágrimas que estaban a
punto de venírsele encima.
-No
me he sentido bien... -dijo con pesadumbre y sinceridad.
-¿Pasó
algo? - preguntó Yonghwa con preocupación.
-Jungshin...
se ha ido... –y al decir eso, al decirlo en voz alta no pudo evitar romper en
llanto.
-Min...
Minhyuk, pero... ¿Por qué? –Se sentía pésimo por Minhyuk, su voz denotaba el
más claro dolor. –Si quieres puedo pasar por tu departamento, ¿Quieres hablar
con alguien?
No
quería ver a nadie sino era Jungshin, pero reconocía que se sentía tan mal y
hundido a tal modo en su pena que necesitaba de alguien que lo acogiera y lo
abrazara. Quedaron que Yonghwa pasaría por su departamento al otro día, pues no
quería que lo viera en ese estado de conmoción.
Las
noches llegaban a atormentarlo aún más. No hacía otra cosa que pensar en él.
Jungshin. Repetía su nombre de tal forma que parecía que buscaba poder
invocarlo con su voz y que apareciera por arte de magia ante él para secarle
las lágrimas que le estaba provocando. Pero después de un rato, empezaba a
creer que todo era su culpa, que él había hecho algo mal, aunque no sabía el
qué.
-Jungshiiin
–lloraba contra la almohada que abrazaba. -¿Por qué? ¿Por qué? ¿Es que hice
algo mal? –Se culpó cada noche, durante meses, sin encontrar explicación. –Todo
el tiempo estoy pensando en ti. Como
te prometí – decía justo antes de dejarse vencer por el sueño.
Yonghwa
iba a visitarlo cada vez que podía después de su trabajo. A veces, le llevaba
comida para microondas, cosa que el alto agradecía pues aunque el hambre se
había ido, sentía como se debilitaba su cuerpo y aún así no tenía ganas de
cocinar. Tampoco había atendido las llamadas del fotógrafo –y un muy buen
conocido con quien siempre había podido contar -que siempre lo estaba
solicitando para nuevas sesiones. Estaba dejando su vida entera, encerrándose
en su departamento.
Había
pasado poco de cumplirse un año de la partida de Jungshin, cuando Yonghwa le
confesó el amor que sentía por él, pero le dijo, además, que sabía que no podía
esperar ser correspondido porque aún veía en sus ojos sentimientos hacía el
chico de cabellos largos.
Pasaron
varios meses antes que Minhyuk le diera una oportunidad a los sentimientos de
Yonghwa, pero cuando lo hizo empezó a sentir un poco de la alegría que se le
había ido junto con Jungshin.
Dentro de unas semanas cumpliría año y medio de relación junto a Yonghwa y ahí
estaba, sin saber qué hacer.
Habían
vuelto a tocar el timbre y no sabía si abrir o no la puerta. Sentía que estaba
soñando, que su inconsciente le estaba volviendo a jugar una mala pasada. O eso
hubiera preferido.
-Esto no es real -se repetía para sí mismo entre susurros. –Esto no es real.
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