-Bienvenido al Éxtasis, Kim
Kibum –le dijo Lee Jinki, el contador, cuando le hubo entregado los papeles
firmados de su contrato. –Eres oficialmente el primer barman de este bar. Y
tengo esperanzas en que durarás aquí más que tus predecesoras –añadió dándole
una mirada significativa a Choi Minho.
Para aquellas alturas,
Kibum ya estaba completamente al tanto de cómo era que ninguna de las personas
anteriores en su puesto había sido hombre, y cómo cada una había renunciado.
-Tengo mis esperanzas en ti
–volvió a hablar Jinki, aún sonriendo, haciendo que sus ojos casi
desaparecieran, mientras pasaba su mano juguetonamente por su cabeza en una
muestra de familiaridad que impresionó hasta a los dueños del bar. Luego de
eso, cerró su maletín, tomó su chaqueta del respaldo de la butaca en la que
había estado sentado y se despidió cortésmente.
Kibum hizo una
semi-reverencia y lo siguió con la mirada y una sonrisa mientras el contador se
alejaba de la barra.
-Supongo que no te veremos
hasta la fecha de impuesto –comentó Jonghyun riéndose mientras acompañaba al
mayor a la salida del bar.
-Quizás… o quizás me deje
caer por aquí antes. Sólo para saber que no están haciendo del bar un desastre.
-Hey, pudimos bastante bien
con el restaurant. Nos la podemos con el bar, ya somos personas maduras.
-Habla por ti, Jonghyun.
Bueno, te dejo. Cuiden al chico, un finiquito más y el siguiente será el mío
–lo ultimó en broma.
-Sí, sí, entendido. Maneja
con cuidado.
Jinki se acercó a su auto y
le hizo una seña con la mano como última despedida. Jonghyun se le quedó viendo
hasta que el auto se perdió en la vuelta de la siguiente esquina.
Dentro del local, Kibum y
Minho ya movían las sillas y ordenaban el lugar. Jonghyun tenía el
presentimiento de que, por una vez, Minho había elegido bien. Kibum había
demostrado tener todas las cualidades que su socio le había otorgado sólo a los
minutos de haberlo conocido.
Ahora sólo quedaba que él
mantuviera los estribos.
Estaba a punto de reunirse
con ellos para acabar más rápido cuando sintió una voz a su espalda.
-¡Papi! –lo llamó la niña
de ocho años que venía entrando en el local.
-¡Hey, cariño! ¿Cómo estás?
–preguntó su padre al tiempo que la abrazaba y la alzaba del suelo.
-Bien –respondió ella
dándole un sonoro beso en la mejilla. -Tía Sodam está estacionando el auto.
-¿Por qué no me aviso que
venían?
La niña ya de regreso en
tierra firme se hundió de hombros y se largó a reír.
-¡Miren quién ha llegado!
–exclamó el pelinegro acercándose desde el sector de las mesas.
-No pensé que te
emocionaran tanto mis visitas, Choi –apuntó la castaña que entraba por la
puerta justo en ese momento.
-Y yo no pensé que todavía
esperaras que me emocionaran tus visitas, Sodam –contraatacó él. –Claramente,
hablaba de mi ahijada –le sonrió a la niña que se reía del encuentro entre su
tía y su padrino. –Ven acá, pequeña. Saluda a tu padrino –dijo tomándola en
brazos mientras Sodam y Jonghyun caminaban hacia una de las mesas.
Kibum que ya se había
colado tras la barra, veía divertido la aparente guerrilla entre su jefe y,
quien dedujo por el parecido era, la hermana de su otro jefe. Luego fijó sus
ojos en la pequeña que estaba abrazada al cuello de Minho y se reía de cosas
que el mayor le susurraba.
-Siéntate aquí –le indicó
el pelinegro mientras dejaba a la niña en una de las butacas frente a la barra.
–Kibum, te presento a mi ahijada. Gwiboon, él es Kibum y trabaja con nosotros.
Gwiboon saludó al rubio y
luego miró en todas direcciones. Al final de su inspección se giró hacia donde
se encontraba su padre.
-¿Dónde está Sulli?
–preguntó con curiosidad.
-Pregúntale a tu tío –fue
la respuesta de su padre.
-No me sorprende –se
escuchó musitar a Sodam, haciendo que Minho volviera a estar a la defensiva.
-Claro que no te sorprende.
Ya conoces mis encantos.
-No me sorprende porque ya
conozco lo idiota y retorcido que eres, que es diferente –le respondió ella con
sorna sin siquiera voltearse a verlo.
-Repítelo hasta que te lo
creas.
Sodam roló los ojos y
volvió su concentración a la conversación con su hermano.
-Kibum, ¿podrías servirle
un jugo a Gwiboon? Vuelvo enseguida.
-Okey –respondió el chico
animado antes de ubicarse frente a la niña y afirmarse en sus codos para
preguntarle qué sabor prefería.
-Hay jugo de naranja,
frutilla y mango. ¿Cuál te gusta más?
La niña tenía el mismo pelo
color castaño y los labios gruesos que su padre, pero su nariz era más
respingada y sus ojos algo más rasgados que los de su jefe, Kibum supuso que eso
lo había heredado de su madre.
Gwiboon se lo quedó
mirando, casi como si estuviera estudiándolo más que pensando el sabor de su
jugo. Quizás, le llamara la atención cómo era que Kibum podía sonreír por tanto
tiempo.
-De frutilla –respondió al
fin.
-Enseguida.
Gwiboon le dio una mirada a
su padre y a su tía que seguían conversando. La cara de preocupación de su
padre hacía juego con la que había tenido su tía esa tarde cuando su mamá la
fuera a dejar al restaurant.
El barman dejó un posavasos
frente a la niña y luego le entregó su jugo, antes de volver a poner sus codos
sobre la barra.
-Yo también tengo un hijo,
pero es más pequeño que tú. Tiene cuatro años.
Como no entendiendo por qué
Kibum le hablaba con tanta naturalidad, la pequeña castaña se lo quedó viendo.
Después de un momento, decidió seguir la conversación.
-¿Cómo se llama?
-Kim Joonyoung.
-¿Kim Joonyoung? Yo también
soy Kim. Kim Gwiboon.
-Bonito nombre –la halagó.
-¿Y dónde está ahora?
-¿Quién?
-Tu hijo.
-Ah. Con su mamá.
-¿Tu esposa?
Kibum no sabía si
responderle con sinceridad a una niña de ocho años era la mejor idea en esas
circunstancias. Al final decidió decir la verdad aunque no al por completo.
-No, la mamá de Joonyoung y
yo no vivimos juntos.
-¿Por qué no? Tienen un
hijo.
-Porque… a veces… la gente
tiene hijos a los que quiere mucho con gente que no quiere mucho, y esa gente
que no se quiere mucho no vive junta.
Sus palabras tuvieron que
haber hecho algún clic en la pequeña cabecita porque apenas las hubo dicho,
Kibum vio como el semblante de Gwiboon cambiaba y parecía pensarse lo que había
oído. Como por instinto, miró hacia la mesa donde se encontraba su jefe y
recordó que él y la madre de Gwiboon estaban separados. Esperaba no haber
metido la pata con lo que le había dicho a la niña.
-Por eso papá y mamá no
viven juntos –la escuchó decir después de un rato, pero no lo miraba a él. Era
como si se hubiera dirigido a ella misma.
Kibum hizo una mueca de
dolor. Había metido la pata.
-Pero quizás sí se
quisieron en algún momento. Cuando tú eras pequeña –la animó.
-No lo sé –le respondió la
niña. –Papá nunca vivió con nosotras.
Se le hizo imposible no
sentir un poco de pena por la niña y no recordar a su hijo. Joonyoung nunca
sabría lo que era ver a sus padres enamorados. Para ser estrictos a la verdad,
lo más cercano que estuvo a amar a la madre de su hijo había sido acostarse con
ella.
-Pero apuesto a que te
quiere mucho.
-Claro que la quiero, yo
adoro a esta niña –dijo Minho regresando de donde hubiera sido que hubiese ido
y abrazando a Gwiboon. La niña se quejó un poco por lo apretado del enlace, y
pronto su padrino la hubo soltado apuró su vaso de jugo para pedir otro.
-Dale otro –accedió Minho
mirando a Kibum.
-Gwiboon, tenemos que irnos
–se oyó la voz de Sodam poco después de que el barman hubo servido el segundo
vaso.
Minho miró su reloj de
pulsera.
-Aún queda para que
abramos, espera a que se acabe el jugo.
Jonghyun se acercó a su
hija y la rodeó con sus brazos; ella dejó el jugo en la barra y lo miró hacia
arriba. Su padre le dejó un beso en la frente.
-Lo siento –se disculpó de
pronto Jonghyun. –Sodam, él es Kibum, nuestro nuevo barman, ya te había hablado
de él. Kibum, mi hermana, Kim Sodam.
-Un gusto –dijo el menor
haciendo una reverencia.
-Un gusto, Kibum
–correspondió ella. –Bueno, al menos tú puedes estar seguro de que no sufrirás
acoso sexual en este trabajo. Las chicas antes de ti no podían decir lo mismo.
-Sodam, por favor –dijo su hermano.
-Déjala, Jonghyun. Las
mujeres no pueden evitar ser mañosas cuando llegan a cierta edad –lanzó Choi
con medida antipatía, recibiendo una mirada asesina por parte de la castaña.
-Tómate el jugo porque
tenemos que hacer antes de abrir –le indicó Jonghyun a su hija que reía las
palabras de su padrino. –Luego te vas con tu tía al restaurant y luego a la
casa.
-¿Cenas con nosotras, papi?
-No, no puedo. Llegaré
tarde, así que te vas temprano a la cama y mañana tomamos desayuno juntos, ¿sí?
-Bueno –acordó.
Kibum no pudo evitar pensar
en su hijo. Carraspeó un poco y se excusó hacia la bodega.
Hizo inventario mental por
si faltaba algo en la barra y tomó un par de botellas para llevarlas al frente.
Gwiboon terminó su jugo y
dejó el vaso en la barra.
-Gracias, señor Kim.
Kibum rió.
-No me digas señor Kim.
Dime Kibum.
La menor miró a su padre como
buscando su aprobación.
-Kibum, Gwiboon debe
tenerle respeto a sus mayores.
-No es una falta de
respeto, se lo aseguro. Prefiero que me diga Kibum –aseguró el rubio sin dejar
de sonreírle a la niña.
-Está bien –accedió
Jonghyun.
-Gracias, Kibum –se corrigió
Gwiboon.
-De nada.
Tía y sobrina se
despidieron de los presentes, y una vez que se hubieron ido los tres se
dispusieron a terminar de ordenar el local.
Kibum secaba los vasos
recién enjuagados cuando Minho se acercó a la barra con unos papeles que debía
firmar. El rubio estaba por reprimirse la curiosidad, pero decidió preguntar de
todas formas. Además, él sólo quería una confirmación sobre algo que a su
parecer había sido obvio.
-¿Puedo hacerte una
pregunta?
Minho se lo quedó viendo y
luego puso una sonrisa ladina en sus labios.
-Sí, claro. Pero después me
toca preguntar a mí.
-Está bien –respondió el
menor no viendo el problema. -¿Alguna vez saliste con la hermana del señor Kim?
-Deja de decirle señor Kim…
pero sí. Salí con esa bruja… poco más de un año.
-Trata con más cuidado a mi
hermana, Choi –comentó Jonghyun uniéndose a ellos, sentándose junto a la barra.
–Kibum, sírveme un Bulleit Neat.
Tanto Minho como Kibum lo
quedaron mirando, pero el segundo se las supo apañar para quitarse el asombro
de la petición y servir lo que su jefe le pedía.
-¿Qué pasó? –acabó
preguntando su socio.
-Hyoyeon… quiere que ponga
la casa a su nombre. Dice que es por Gwiboon, que quiere cuidar sus intereses.
-Y una mierda. Te dije que
no te casaras con ella.
Jonghyun tomó el vaso que
le ofrecía el barman y apuró medio trago de un solo sorbo.
-Supongo que no estás
pensando en dársela.
-Si no se la doy va a
empezar a darme problemas para ver a Gwiboon. Además, ¿qué saco teniéndola a mi
nombre?
Kibum miraba a los hombres
en frente suyo con una sensación de impunidad. Y pensaba que si la madre de su
hijo era una idiota a veces, la de Gwiboon ciertamente parecía ganarle.
-Perdón que me meta, pero
¿no puede ponerla directamente a nombre de su hija? –preguntó finalmente.
-Ella es la tutora legal,
acabaría siendo de ella, de todos modos.
Kibum asintió, sintiéndose
un poco torpe por su intervención.
-No puede quedarse con tu
casa sólo porque sí. Debería tener suficiente con no mover un dedo y tener todo
al alcance de la mano –siguió Minho claramente enojado con la situación.
-Da igual. Ya está –lo
calmó el otro acabando su trago. –Se la voy a entregar. No quiero que Gwiboon
pase malos ratos por… da lo mismo. Le diré a Jinki que pase mañana por aquí y
que me ayude a arreglar el traspaso de la casa. Supongo que tendré que llamar
al abogado igual. Gracias –musitó entregando el vaso y yéndose a la caja,
avisándoles que ya iba siendo hora de abrir el local.
* * *
Kibum atendía a Jongin y
Taemin en la barra cuando divisó por el
rabillo del ojo al contador acercándose en su dirección. Era segunda vez esa
semana que se dejaba caer por el local en su horario de funcionamiento.
-Buenas noches –lo saludó
cuando el mayor estuvo a una distancia decente.
-Buenas noches, Kibum.
-Jongin, Taemin, él es Lee
Jinki, el contador del Éxtasis.
-Aah –soltó Taemin con un
tono de conocimiento. –Así que usted es el señor contador. Me lo imaginaba
diferente.
-¿Imaginarme? –preguntó el
hombre castaño con extrañeza.
-Key nos ha hablado muy
bien de usted –se apresuró a decir Jongin, mirando a Taemin en una clara seña
de que contuviera su lengua.
Kibum que no había salido
de su sorpresa por las efusivas palabras de su rubio amigo, sólo atinó a
quedarse viendo al mayor con una sonrisa torcida.
-¿Qué lo trae por acá?
–preguntó al fin cuando pudo reordenar sus pensamientos nuevamente. -¿Algún
problema?
-No –contestó el mayor
riendo y girándose para verlo bien. –Sólo vine a tomarme una copa. Mañana ya es
domingo, así que supongo que relajarme un poco no me viene mal.
Kibum le sonrió, y Taemin
estuvo a un segundo de decir algo que iba a ponerlo incómodo de nuevo, pero su
novio se lo llevó ya que habían quedado con otros amigos.
-¿Qué te sirvo? –preguntó
aferrándose al tú
que el castaño le había pedido que utilizara, pero esperando no sonar
sugerente.
-Un sidecar –pidió el otro con una
sonrisa entregándole un vale.
-Pensé que sus clientes
tenían más atenciones con su contador.
-Hoy no vine como contador.
Soy un cliente más.
Kibum le sirvió el trago, y
conversó con él entre cliente y cliente. Jinki se quedó hasta tarde, lo que al
menor pareció no molestarle.
-Si te aburro, avísame y me
voy a sentar a una mesa –avisó el mayor.
-No, no. No me molesta. Un
momento –le dijo cuando se acercó un nuevo cliente.
-Hey, Lee Jinki aún en este
bar a estas horas –comentó Minho acercándose y tomando asiento a un lado del
contable.
-¿Por qué la sorpresa?
–preguntó el mayor riéndose.
-No sé. Normalmente a esta
hora, un contador está durmiendo.
-Mi profesión no me define.
Aunque no podamos decir lo mismo de ti, Minho.
-Muy ingenioso, señor Lee
–le dijo con sorna. -Kibum, dame un vaso de pisco y blanca, por favor.
-Como te decía –comentó
Jinki riendo.
Ya habían cerrado cuando
Jinki recordó haber escuchado al amigo de Kibum llamarlo Key hacía unas horas
atrás, y se decidió a preguntar.
-Sí. Mi hijo me decía Ki,
de Kibum, cuando era más pequeño. Cuando mis amigos lo escucharon se prestó
para algunas bromas y terminó quedando como Key.
-¿Tienes un hijo?
-Sí –respondió el menor con
una gran sonrisa.
Minho, que luego de
despachar a los últimos clientes se había vuelto a sentar junto al contador
frente a Kibum, escuchaba la plática y cuando oyó mencionar al hijo del barman
recordó su conversación de días anteriores con él, quien en esos momentos
lavaba algunos vasos en el fregadero detrás de la barra.
-Ahora que lo recuerdo, me
debes una respuesta, Kim Kibum –le dijo al rubio que se giró para verlo con
cara de no entender. –Me dijiste el otro día que si respondía a tu pregunta, tú
me responderías una a mí –le recordó justo cuando Jonghyun se les acercaba
desde la caja y ocupaba un lugar al otro lado de Jinki.
Kibum se giró para quedar
en frente de los tres hombres y alentó a Minho a preguntar.
-¿Cómo es que eres gay y
tienes un hijo?
Ciertamente, el barman no
se esperaba una pregunta como aquella. Menos con el contador presente.
-Lo siento, y no quiero
sonar grosero -añadió presuroso Jinki -, pero ¿eres homosexual? –preguntó.
El rubio asintió.
-¿Entonces? –lo animó
Minho. –¿Eras heterosexual antes? ¿Fue inseminación artificial?
-No, no fue inseminación
artificial, y no, no era heterosexual antes. –Tomó un vaso de la encimera y un
mantel para secarlo al tiempo que hablaba. –Conocí a la mamá de Joonyoung meses
después de salir del servicio militar…
-¿Servicio militar?
–preguntó Jinki como no creyéndose que alguien de su edad ya hubiera pasado por
esa experiencia. Normalmente, como él mismo y los dos hombres que tenía
flanqueándolo, la gente prefería tomarse todo el tiempo posible antes de pasar
por ello.
-Sí, entré al servicio
apenas cumplí los 19, pero eso es otra historia, y sólo era una pregunta
–añadió sonriendo. –Bueno, la conocí en una fiesta, en ese tiempo salía cada
vez que podía. Me emborraché y… pasó.
-¿Cómo que “pasó”? Te
creería si fueras hetero, yo también era así a esa edad, pero me sería más
lógico si…
-¿Si “hubiera pasado” con
un hombre? –le preguntó alzando una ceja intentando enfatizar el sarcasmo de la
situación. -Sí, supongo. Pero también supongo que siempre me pregunté cómo
sería tener sexo con una mujer. Se me pasaron las copas y… la verdad no
recuerdo mucho.
Minho buscó en la cara de
sus amigos las mismas preguntas que rondaban por su cabeza, pero no las
encontró. Por su parte, Jonghyun parecía entender un poco la personalidad de
Kibum a través de sus palabras.
-¿Cómo reaccionó ella al
saber que eras homosexual? –preguntó hablando por primera vez desde que se
había sentado.
El menor hizo una mueca de
anticipación a lo que diría.
-No le gustó mucho la idea.
Mucho menos cuando supo que estaba embarazada. Renegó y me gritó que ella no
había hecho nada tan malo en esta vida como para estar teniendo el hijo de un
homosexual… aunque, claro, ella lo dijo mucho menos… amablemente.
Los tres sentados frente
suyo movieron la cabeza dándole a entender que se hacían una idea. Cada uno
había recibido el grito de alguna mujer antes en sus vidas.
Después de unos momentos de
silencio, Jonghyun les avisó que acabaran lo que hacían porque ya se irían.
-Los espero –musitó Jinki
acomodándose la chaqueta de su traje. –Supongo que tu hijo vive con su madre
–aventuró cuando quedó a solas con el menor.
-Sí –Key respondió acabando
de secar los vasos. –, pero se queda conmigo fin de semana por medio.
Jinki volvió a asentir.
-¿Listos? –preguntó
Jonghyun acomodándose una chaqueta sobre los hombros.
-Voy por mis cosas –avisó
el barman.
Una vez fuera, los mayores
se subieron a sus vehículos.
-Kibum, ¿cómo te vas a tu
casa? –le preguntó el contador al ver que el menor se despedía y se disponía a
caminar.
-Camino. Vivo a unas
cuadras de aquí, así que no es mayor problema –le respondió señalando en
dirección a su casa.
-Sube, te llevo –le dijo.
Minho y Jonghyun seguían sin
decidirse a presionar el acelerador.
-Bueno, yo me voy –se
escuchó la voz de Minho a través del casco. –Buenas noches. –Dio un giro y se
enfiló por las calles perdiéndose en la noche.
-Kibum, sube –repitió su
oferta el contador.
-No me cuesta nada caminar,
de verdad.
-A mí no me cuesta nada
llevarte, sube. Última oferta.
-Okey, gracias. Adiós,
señor Kim –se despidió haciendo una seña antes de instalarse en el asiento del
copiloto del auto plomo.
Jonghyun los vio irse y se
dijo que era más que obvio que a Kibum le llamaba la atención Jinki.
Condujo en dirección a su
departamento. Pero, ¿y a Jinki?, se preguntó. ¿Era su contador siquiera
homosexual? Además, ¿cómo le podía llamar la atención a Kibum? No le encontraba
nada malo a su contador pero, siendo razonable, allí había una diferencia de 12
años.
Paró en un semáforo en rojo, y se rió de sí mismo.
Podría estarse preocupando de lo feo que eran los estragos de su separación aún
casi siete años después en lugar de la evidente atracción de su barman por su
contador. Sin ir más lejos, esa semana había perdido su casa. Tenía que ordenar
sus prioridades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario